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240 P. BASILIO M. DE BARRAL En este último caso, que es el que nos interesa, el canto emo– cional del indio se confunde con el llanto funerario, formando am– bos una sola cosa. Con lo cual queda dicho que el guarao llora a sus finados cantando ... En estos cantos fúnebres, que por ser explosiones del alma, son de suyo los más espontáneos y sinceros, ha metido también su mano rígida el convencionalismo de la liturgia tradicional guaraüna, fiján– dole horario y señalándole normas. Obra, entre otras, de este convencionalismo ritualista son las plañideras guaraúnas con sus turnos de llanto. Es norma universal entre los guaraos el que sean solamente las mujeres las que lloren al muerto, por lo menos en la forma tumul– tuosa que nos proponemos describir. Los hombres no lloran nunca en el sentido funerario de esta palabra; a lo más, derraman lágrimas y desahogan su pena en si– lencio. Las mujeres allegadas a la familia tienen obligación de llorar y, en general, lloran todas, aunque no les salga de adentro. Para hacer el duelo se sientan en cuclillas alrededor del cadá– ver con la cabeza inclinada, apoyada sobre las manos abiertas; al– gunas apoyan su cabeza sobre el mismo ataúd o la arriman a uno de los horcones del rancho. Comienza a llorar una que lleva siempre la voz cantante y que suele ser la más allegada al finado, siguiéndole las restantes, indi– vidualmente o en pequeños grupos. Ciertas expresiones son de ritual, que repiten todas. El resto de la salmodia son alaridos y exclamaciones de compasión hacia el muerto, recuerdos de su vida, evocaciones laudatorias de sus buenas cualidades o de los favores recibidos del mismo; o bien, imprecaciones y maldiciones contra el brujo o brujos a quienes atribuyen la muerte. El convencionalismo ritual ha frenado las expansiones del llan– to fúnebre, fijándole tiempo y lugar. Lo cual quiere decir que el indio guarao no puede llorar a sus muertos siempre que se lo pide el alma. Los coros de las plañideras tienen señalado su horario para reunirse y entregarse a sus alaridos. Lloran al expirar la persona; y continúan plañendo mientras duran las ceremonias del amorta– jamiento, corno hemos ya descrito. Vuelven a congregarse al levantar el cadáver para reducirlo a la sepultura; en cuyo caso, después de sacarlo del rancho, lo de-

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