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238 P. BASILIO M. DE BARRAL Hace unos diez años murió en Sakuajarina, caño del Sacupana, una niña india, hija de unos pescadores de la Misión de Araguai– mujo. Casualmente el día del entierro pasaba yo por allí en ruta para Burojoida, y, enterado de que la indiecita se había muerto, quise ir a verla. Estaba la niña muy decentemente amortajada en una cajita de tablas, con un vestidito nuevo y todas las partes visibles del cuerpo, rostro, manos y pies, las tenía pintadas de rojo. Al preguntar a sus padres el motivo de haber pintado de aque– lla manera a su hija, me respondieron lo siguiente: «Mira, Padre. Cuando el Dihaguara (el Creador) nos dio esta hija, nos la dio joro-sima (con la piel sonrosada). Ahora que se vuelve otra vez para Él, queremos enviársela tam 1 bién joro-simo (sonrosadita), para que, al verla, la reconozca y la reciba en su casa.)) Bien veo que en esta mentalidad hay ya una gran dosis de ele– mento cristiano asimilado por aquellos indios, pero no por eso deja de ser una observación digna de tenerse en cuenta. Actualmente no es costumbre general entre los guaraos, ni sé si lo habrá sido en alguna época, el llamado machetazo al cadáver. En la ranchería de Osibukajunoko y en algunas otras de las de Merejina me consta que lo han practicado en varias ocasiones, se– gún me han revelado los mismos indios 3 • El machetazo era propinado por un joven, mandado por el jefe de la ranchería y mientras las plañideras, entre sus lamentos, pro– nunciaban ciertas expresiones en que se alude a este hecho salvaje. Las expresiones eran éstas: jlsanamé, isanamé! ¡Ka omi karia– né, kariané ... ! ¡ Infortunado, infortunado! ¡ Sin poderlo nosotros evitar, te han partido, te han partido! Era en este momento cuando el indio empuñaba el machete; y, cogiendo por uno de los brazos el cadáver, ·1e propinaba un so– berano tajo sobre la espina dorsal. Las plañideras proseguían en sus lamentos, describiendo los hilos de sangre negra que goteaba por la herida. Preguntándoles por qué hacían aquello, me dijeron que lo ha– cían para amedrentar al muerto, a fin de que no volviera por allí. El llanto funerario Es cualidad racial del indio guarao desahogar cantando las fuer– tes emociones de su alma, gratas o no gratas, de modo especial los sentimientos de enojo y de venganza, y los sufrimientos morales. 3 Al cadáver de la célebre india Teresa de Osibukajunoko, Aránida o "Matriar ca" de la ranchería, le propinaron cinco machetazos.

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