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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 237 Con su cadáver se lleva el muerto todo su ajuar a la sepultura, sin dejar nada de su uso en este mundo, a fin de que no sufra el alma acordándose de estas cosas, y para que no se le ocurra venir por ellas ... A medida que el teurgo desgrana su recital, como salmodiado, van presentando al muerto y colocando dentro del chinchorro sus objetos usuales: Guayucos, vestidos, dinero, adornos, hilo de co– ser, agujas, dedal, etc., etc. Después traen el mapir o guayare que usaba el muerto para acarrear los frutos del campo o del conuco; se lo pasan al cadáver por delante de los ojos y, aplastándolo, con el machete lo parten en dos mitades, que luego arrojan río abajo. Ya con esto el alma del muerto no vendrá a buscar su guayare, pues sabe que se lo ha llevado el agua. Colocan luego entre sus manos el machete que tenía, y, re– uniendo los dos bordes del chinchorro, lo van cosiendo de un ex– tremo al otro, trasladándolo en seguida a la cocina, que es el lu– gar en donde pasan ordinariamente la primera noche del duelo. Luego proceden a la destrucción de aquellas cosas del muerto, que no es posible enterrar con él. Lo primero que destruyen es la casa o tabiques de la misma construidas por el finado. Los frutos del conuco, que ya están más o menos hechos, los inutilizan, arrancándolos y macheteándolos. de manera que nadie pueda beneficiarse de ellos. Así hacen con los planteles de ocumo, yuca dulce, plátanos, etc. Respecto de ]a yuca amarga, de la que se elabora el kasiri, y de la caña dulce, de la que extraen el gua~ rapo embriagante, ya se ha dicho que nadie se atreve a tocarlas en tanto que no se celebre la bacanal funeraria en obsequio del alma del muerto. Como advertirá el lector, una de ]as causas de la eterna pobre– za del indio guarao, que es el no poder heredar, radica en esta cos– tumbre, la cual no es exclusiva de los guaraúnos. Por la historia sabemos que la mayor parte de los tesoros que los españoles se llevaron de las tierras de los Incas y de otras naciones aborígenes, los encontraron precisamente en las sepulturas. Lo que comprue– ba que, en el fondo, las costumbres funerarias de aquéllos y de és– tos eran las mismas. Además de estas costumbres funerarias, de ambiente universal entre los guaraúnos, he tropezado en mis investigaciones con otras dos, que constituyen para mí dos sorpresas: el pintado del cadá– ver y el machetazo del mismo. La costumbre de pintar con onoto o cosa similar los cadáveres, es bastante general entre los guaraos, sobre todo tratándose de párvulos. 17
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