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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 235 da ordenar de tal modo las cosas que causen la muerte a los in"' dios, ni siquiera para llevárselos al cielo. Causas únicas, por consiguiente, de la muerte de los indios son, según la mentalidad de ellos, el «joarotu)), el ((bajanarotun y el ((güisiratun o teurgo. Si estos personajes desaparecieran de la tie– rra, los indios vivirían eternamente en perfecta salud. Se desprende de este modo de pensar una consecuencia de suma trascendencia, incluso social, a saber: Que la enfermedad o muer– te de un indio lleva consigo la automática acusación contra al– gún piache, al que ya señalan con el dedo antes de que el enfermo acabe de morir, y contra el cual preparan la correspondiente re– presalia, valiéndose de otros brujos. De suerte que las ranch.:::rías guaraúnas están, por esta causa, en estado de continua beligeran– cia de unas contra otras. Hace unos años -mayo de 1952-- se enfermó en la ranchería de Osibukajunoko el Capitán Asunción. Preguntando por él a los indios me informaron de que se encontraba gravísimo. Pero uno de ellos, Víctor Gandi, alumno del Internado de Guayo, añadió con simplicidad verdaderamente infantil: -Sí, se va a morir. Pero si se muere, se morirán también to– ditos los indios de Kuamujo, sin quedar ninguno, pues de allí vino la ((joan (mal de ojo). Nuestros joarotus acabarán con ellos. De este deseo de vengar la muerte con la pena de talión arran– can precisamente algunas de sus costumbres funerarias, de entre las cuales entresaco dos: Las bajanas póstumas y la caza del J oe– bo del J oarotu. Recordarán los lectores lo que son las bajanas. conforme a las explicaciones dadas en los capítulos anteriores. Pues bien. Al morir un indio los brujos de la ranchería se apre– suran a introducirle por todo el cuerpo objetos de los usados por los bajanarotus en sus prácticas mágicas, sobre todo pedazos de vidrio rotos. A veces han venido a comprarnos vasos de cristal a la Misión, comprobando a los pocos días que los habían llevado para romperlos y rellenar con sus trozos la boca, narices, oídos, et– cétera, del cadáver. Lo más corriente es que empleen para estos casos granos grue– sos de sal en bruto. También recubren de sal el fondo del ataúd, sobre el cual depositan, boca arriba, el cuerpo del difunto. Investigando la significación de esta costumbre, me explicaron que aquello lo hacían para que el espíritu del muerto, en plan de «bajanarotun, arrojase toda aquella metralla en el cuerpo del bru– jo o brujos que le ocasionaron a él la muerte y también en los de sus familiares. Esta costumbre es casi universal entre los guaraos; y el significado de la misma, tal como se ha dicho, está bien com-
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