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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 163 guntarle: «Vengo --dijo todo nervioso- más muerto que vivo. Al pasar por el Yaguara oí que venía atravesando la selva una manada de jaguares. Miré para atrás y, sí, era verdad que venían. Apuré la curiara. Miré otra vez para atrás, y ya los tigres habían desapareci– do. Eran Jebus Mu-simas que iban a comer cangrejos a las barras.>> En el Sacupana vive actualmente un criollo llamado Alberto Fló– rez, que tiene algo de sangre caribe. Es sumamente temido por los guamos, quienes lo denominan Mu-sima Sanuka, «caribe pequeño», y sobre el cual tienen las creencias que tienen sobre los Mu-simas duendes, de que venimos hablando. Sobre todo, nadie les quita a los indios de la cabeza que Alberto Flórez se convierte en tigre cuando quiere. Una noche fueron a pescar los indios de Osibukajunoko a uno de los caños próximos a la casa del Mu-sima Sanuka. Oyeron rugir al tigre en la orilla y se marcharon a otra parte. Cuando estaban aquí pescando volvió a rugir el tigre. Los indios cqgieron tal pánico, que, embarcándose, regresaron a su ranchería sin respirar. En opinión de los mismos indios, aquel tigre no era otro que Alberto Flórez, el Mu-sima Sanuka, quien se había convertido en tigre para vengarse de ellos por haber ido a pescar cerca de donde él vivía, sin pedirle permiso. Más tarde, los tigres comieron a los indios el pescado que tenían preparado para llevar a vender y los indios culparon al Mu– sima Sanuka, reclamándole su pescado. Un buen día se presentan en la Misión de San Francisco de Gua– yo, denunciando el caso a los misioneros, exigiéndoles que obliga– sen a Alberto Flórez, el Mu-simo Sanuka, a pagarles el importe del pescado que les había comido. Alberto, que estaba allí presente, qui– so seguir la broma. Al preguntarle el padre si era verdad que, con– vertido en tigre, les había comido el pescado a los indios, contestó con la mayor formalidad : -Sí, padre. Y continuó dirigiéndose a los indios: -Sí, cwzados. Yo comí vuestro pescado, porque tenía mucha hambre. Y me lo debéis agradecer, pues de no haber comido el pescado, os hubiera comido a vosotros. Además, vosotros bien sa– béis que los tigres no son responsables del mal que hacen. Y si me apuráis mucho, ahora mismo me vuelvo a convertir en tigre y os devoro a todos. ¿Me perdonáis o no? -Sí, sí, primo. Te perdonamos. Cuando quieras pescado píde– noslo, que te daremos todo el que quieras 4 • 4 El señor Alberto Flórez vive todavía en el caño Sacupana, cerca de la Mi– sión de San Francisco de Guayo, y puede dar testimonio de todo lo que aquí se refiere.

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