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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 147 Carácter ele la «joa)) No es cosa fácil desentrañar y puntualizar el sentido exacto de la joa en el pensamiento de los guaraos. Sabemos ciertamente que la joa es una quimera a la que se atri– buye existencia real. Es preciso investigar si esa quimera (joa) es algo emanado del mismo joarotu, y que, por lo mismo, no existiría sin él, o. por el contrario, si es algo independiente del mismo joarotu. O lo que es lo mismo: ¿Creen los guaraos en la subsistencia del mundo de las quimeras (joas) como creen en la de los espíritus o jebus? Ya dije que era éste el nudo gordiano de la etnografía guaraúna. ¿Quién será capaz de desatarlo? Unicamente, como quien camina a tientas y a palpadas en una densa noche, procuraré exponer mi opinión sin alardes de definidor, sino con la íntima persuasión de que lo contrario de lo que yo diga puede ser lo verdadero. En lo referente a los giiisiratu sabemos positivamente que su virtud teúrgica está íntimamente relacionada con el mundo espiri– tual. Es, por tanto, la institución del giiisiratu o piache-teurgo algo que no existiría si el mundo espiritual no existiese. Y, por el con– trario, aunque no existiera el giiisiratu, existiría el mundo espiritual. ¿Sucede otro tanto respecto del joarotu y las joa?... Mi opinión es afirmativa. Para el criterio de los indios existe realmente, independiente– mente de la imaginación del J oarotu o mago negro guaraúno, un auténtico mundo quimérico, tal como lo concibe la imaginación exaltada del nigromante. La fantasía del joarotu, según esta creencia, no sería facultad forjadora de las quimeras, sino simplemente captadora o sintoni– zadora. Por ahí andarían flotando las imágenes quiméricas, tan indepen-· dientes de la facultad imaginativa del joarotu, que, aunque cayeran al suelo de un tajo las cabezas de todos los brujos del mundo, las quimeras subsistirían tan reales como antes. Esas ideas quiméricas (joas), que, según esta opinión, andarían flotando en el ambiente, las recoge en su mente el nigromante me– diante la actividad febril y autoalucinante de la fantasía, excitada por el narcótico y la autosugestión. La imaginación del joarotu viene a ser en este caso lo que la antena respecto de las ondas hertzianas. El «flechador)) Pero no es esta función captadora de las quimeras lo que distin– gue propiamente al joarotu, ya que, estando todos nosotros dotados de esa misma facultad imaginativa, todos seríamos joarotu. Lo que

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