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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 131 curiaras, como saetas lanzadas por una ballesta, se disparan río arriba, empeñadas en ganarse la ventaja unas a otras. Y como aquellos sportman aborígenes no están versados en acha– ques de disciplina deportística, ni han pensado jamás que en el mundo existen reglamentos para encauzar, unificar y dulcificar la dureza de estos juegos, de suyo peligrosos por lo apasionados, la única idea que los domina es la de pasar adelante a sus contrarios, sea como sea, aunque para ello hayan de ahogarse una docena de indios. De ahí que, cuando el brío de sus músculos no les da el suficien– te rendimiento como para adelantarse a los que los han dejado atrás, no tienen reparo en agarrarse de las curiaras contrincantes y trabarse en una lucha de abordaje, cuerpo a cuerpo, como en Le– panto cristianos y turcos. En medio de la inconsciencia de estas luchas, en las que, más que los canaletes o remos, intervienen las manos, las curiaras dan media vuelta y se van al fondo con todos sus beligerantes. Pero no temáis que se ahogue nadie. El día que un guarao en sus cabales se ahoge, podéis estar seguros de que no volverá a croar una rana, porque se habrán ahogado todas ... Al momento vuelven a aparecer las curiaras a flor de agua, y con ellas, los guaraos, asomando sus cabecitas como otros tantos caima– nes. El duelo se reanuda sobre la misma agua. Y mientras los unos se esfuerzan en detener la curiara enemiga para que no se les ade– lante, los otros procuran dar la vuelta a la propia; y poco a poco van saltando dentro de ellas, como las ranas sobre los palos de las lagunas. Hacia el fin la lucha se exacerva, pues ya están de regreso y yo desde el punto de llegada los animo, mostrándoles el señuelo de la navaja abierta, atada sobre ]a punta de un palo. ¡Eixa, bakarao tae– ra; yatu ebetakunarae!... « ¡ Animo, valerosos bakaraos; vosotros llegaréis los primeros!, gritaba yo a los bakaraos, los únicos que no tenían hinchas que los jaleasen. Pero mis pobres gritos morían ahogados por los estruendosos de la masa de «hinchas» maqueriteños, que animaban a sus paisanos: ¡Seisa, Makeri arao, seisa, seisaaaaa! Yatu taera kuarika. ¡Amabitu nabakakitia! << ¡ Adelante los de Macareo, adelante, adelante! ... Vos– otros sois los más fuertes. Ya estáis llegando a la meta! ... >> Después de cuatro o cinco escenas como las referidas, o sea: cin– co abordajes, cinco naufragios, cinco chapuzones, etc., llegó la pri– mera una curiara de Macareo, capitaneada por Miguel Angel, hijo del Gobernador o jefe de la ranchería; y casi a la par, con la dife– rencia de una vara escasa de distancia de proa a proa, la de los bakaraos, quienes se hubieran llevado para -Mariúsa, no uno sino

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