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CAPÍTULO XI JUEGOS DEPORTIVOS Describiré tan sólo aquellos que vi practicar en la ranchería de T uaneida durante las fiestas del Naja-Namu, los cuales se reducen a dos : Regatas y N aja-kara. l. LAS REGATAS Por reducirse, como deportes, a carreras de velocidad y carreras de resistencia, lo que se practica en cualquier club náutico, no me molestaría en describirlas, si en ellas no hubieran concurrido cier– tas circunstancias por las que resultan del todo originales. Esta originalidad de las regatas guaraúnas de Juaneida provenía de dos causas: de las mismas embarcaciones que tripulaban y de las escenas voluntariosas que se desarrollaron a lo largo de la compe– tición. Tratándose de guaraúnos, las embarcaciones no podían ser otras que las curiaras: ((El palo ahuecado)) de la náutica protohistórica americana. Y sus remos, los canaletes. Pero más pintoresco que las curiaras, con serlo mucho, era su estado de deterioro. Las unas sin popa o sin proa, con toda el agua del río metiéndoseles a su sabor por detrás o por delante; pero sin que toda el agua del río fuera capaz de anegar aquella embarcación de «anfibios)), pues en estos maravillosos seres acuáticos, los guaraos, no se sabe quién conduce a quién: si la curiara lleva a los indios o los indios a la curiara. Otras, desfondadas o rotas por los costados, con enormes cho– rros de agua saltando hasta las rodillas de sus tripulantes. Y, a pe– sar de lo inverosímil, cada una de aquellas embarcaciones, despojos aparentes de algún naufragio, lleva de ocho a diez bogas a bordo ...

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