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128 P. BASILIO M. DE BARRAL que debajo del nido han visto unas tremielgas o peces tembladores formidables. Todo el interés del juego se concentra ahora en los tembladores. Los indios hacen unos ganchos con cierta clase de madera, a la que ellos saben que no se comunica el flúido eléctrico del tembla– dor, y con ellos los van sacando. Cuando los vástagos de rábano, los tembladores imaginarios, sa– len afuera del corro, un grito de asombro resuena en toda la multi– tud: ¡ Akaeeeeeeee ! ¡ Nome asida jaeeeeeee, sibutu kayamoniiiiii ... ! <(¡Caramba ... ! ¡Malo de verdad. temblador maldito ... !>> Después de haber sacado todos los tembladores, empiezan a re– coger los garcitos. A la garza no pueden pillarla, porque, asustada con las maniobras de la extracción de los isibutu o «tembladoresn, se escapa del nido. Así termina el juego de la garza, y empieza otro, y otro, y otro, pero todos por el mismo estilo de éstos. El manantial de sus temas es la naturaleza, y su carácter y es– tilo, la infantilidad, la sencillez, el candor ... Y hay un perfume tan intensamente agreste en todo su desarrollo, que parece que toda la selva se nos entra por el olfato. Una cosa muy parecida debían ser los juegos y diversiones allá en los remotos tiempos bíblicos ...

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