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LOS INDIOS GUARAUNOS Y SU CANCIONERO 85 En medio de su infantilidad es interesantísimo todo esto, por– que no hay movimiento ni gesto en los monos que no lo haya ad– vertido el actor aborigen. Y todos esos gestos y costumbres símicas los reproduce e imita con tanta naturalidad, gracia y soltura, que matan de risa. ¡ Con qué gracia deshilachaba las hojas de la caña caída en el suelo! ¡ Con qué realismo imitaba los gestos de rascarse el cuello. los patas, la espalda, la, cabeza ... ! ¡ Y aquello de recoger con la puntita de los dedos las hilachas de la caña, llevárselas delante de los ojos, mirando al mismo tiempo a un lado y a otro, y exhalando ese chillido peculiar de los monos ... ! Finalmente se retira el manito con su cría a las espaldas, o sea, el hombre con el niño, y termina este juego para comenzar otro con todas las partes y pormenores referidos a todo lo largo de es– tas descripciones. En esta forma se pasan toda la noche. Cada tres cuartos de hora, más o menos, tienen su rato de descanso, que difícilmente pa– sará de diez minutos, y otra vez a la plaza, a reanudar las danzas para obsequiar a la madre de Kuai-Mare.

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