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Lo que Cuentan Los Indios Guaraúnos "Hijo del agua", el indio guarao no se cansa de mirarla, como no se cansa el hijo de mi.rar a su madre. Y en lo tocan– te al mundo sideral, no lo contemplaría con mayor arrobo el más apasionado de los astrólogos. Indios he visto absortos durante horas a la v·.sta de la constelación de las Pléyades, la Cruz del Sur y otras, sorpren– diendo sus menores movimientos y calculando por ellos las diferentes situaciones de las mismas durante el curso de la noche; y aún fijando su situación para noches sucesivas. Y, a la verdad, no lo hubiera hecho con mayor exactitud el as– tr<)nomo más experto. El indio sabe por qué punto del cielo le corresponde a– parecer a la luna cada noche y por cual trasponerse; a qué hora se acuestan las Cabrillas sobre el horizonte; en qué di– rección apunta El Flechero su saeta y qué día exacto desapa– recerán de nuestra vista las cuatro estrellas de la La Cruz del Sur. Pero nada tan arrobador para el guarao como la con– templación del vuelo altísimo de las águilas y zopilotes cuan– do remontan la región de las altas nubes. Donde nosotros nada vemos, o, él; lo sumo, divisamos tan sólo un punto, diminuto como la cabecita de un alfiler, el guarao con su vista de lince y clara como la bendición de Dios, distingue perfectamente la silueta del ave, y la va siguiendo en sus círculos y movimien– tos, sin perderla de vista hasta que alguna nube se le inter– pone. En estos casos el aspecto que ofrece el indio vidente es singular. Absorto, y concentrando en la mirada todo su ser, le– vanta la cabeza, y clavadas en la lejanía del cielo sus pupilas sin pestañear ni mover las cejas, es entonces el arquetipo del zahorí de las alturas. 53

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