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Lo que Cuentan Los Indios Guaraúnos ra preocupado y absorto. ¡ Era algo tan exótico en el país ... ! Contrastaba tánto el aspecto reconcentrado y cefíudo de la p_:edra, su dureza, su cohesión e impermeabilidad, su perma– nencia invariable y fija, con el carácter voluble) huidizo. insub– sistente y deleznable de la tierra deltana y de sus cosas, que desde el primer momento la piedra debió presentarse a la i– maginación del aborigen como un fenómeno y un enigma. El enigma lo resolvió muy pronto el guarao, aplicando a! fenómeno el prisma de su mentalidad atávica, esencialmen– te noveladora y forjadora de quimeras; dando por resultado la creación del mito de los duendes o J ebus de los kareko o pie– drias.. Esas piedras en las que nosotros no vemos otra cosa que bloques groseros e inertes, están rebosando vitalidad y movi– miento en la fantasía de los aborígenes. Unas veces se abren para engullirse a las personas. Otras, empiezan a dar grandes voces, amedrentando a los indios que transitan por las cercanías; o comienzan a ma– nar sangre como los seres vivientes. Otras veces cambian de figura o crecen repentinamen– te; o bien desapaecen de la vista como por encanto. El cuento 119 IV, que a continuación inse1to, es una prue– ba demostrativa de esta vitalidad imaginaria de las piedras en la mitología de los indios guaraos.

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