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Lo que Cuentan Los Indios Guaraúnos Su hija se encaró entonces con las dos muchachas y les habló así: -Vosotras habeis pegado a mi madre; por eso está ella así de hinchada. -No, mamá; no le hemos pegado, la han picado las avis– pas. --¡Embuste!; que no fueron las Qvispas, sino las hormi– gas. ¿Oísteis? -replicó la vieja. Dijo entonces a su hija: -Mi hija, vayan al sangrito y flechen mi guayuco; pues allá se me quedó enganchado de una rama. Es de advertir que aquel guayuco era de "clau:n-araoJ• ( 1 l, o sea, de corteza de matapalo. Llegó el marido de la hija y flechó el guayuco, que, al desprenderse de la rama, fue a caer al río, e iba flotando muy solemne y ligero a favor de la corriente. Los indios cogieron una curiara con su naja-güera o vela guaraúna ( 2), y se fueron en su busca. Mas aquel guayuco estaba encantado. De ahí que por más que corrieron tras de él no pudieron darle alcance, yendo, final– mente, a salir al río grande del Orinoco ( 3), por donde casual– mente bajaba entonces una goleta, a cuya papa se arrimó e~ guayuco. Se acercaron también a la goleta los indios, quedando bo– quiabiertos de asomhro cuando vieron que el guayuco se había transformado en un botecitoJ que aparecía lleno de casabe, me– cate y otros objetos. Dijeron al capitán de la goleta: O) Daun-arao. Dau-ina, bosque; arao, 1norador. "Gente de las selvas". De la corteza del matapalo hacían sus guayuces los indios guaraos que no tenían tela. (2) Naja, vástago de moriche; güera <del español vela): la vela de na– vegar. i3) El eje del Orinoco. 294

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