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Lo que Cuentan Los Indios Guaraúnos Saliendo una mañana a cierta necesidad, vió en una ra– ma de enjambre de Hvispas trabajando su panal. Convencida de que eran abejas, al volver a casa dijo a las muchachas: -¡Muchachas tontonas, vaya ojos que tenéis .. ! ¿Aún no habeis visto la colmena que está en el sangrito? Reunieron los envases que había en casa: para tales me– nesteres y salieron las tres a catar la célebre colmena. Al llegar al pie del sangrito, dijeron 1as muchachas: -Abuelita ¡mira que éstas no son abejas sino avispas y de las bravas! ¡Note acerques! La vieja replicó enfadada: -¡Embuste, embuste, embuste! Esas no son avispas si◄ no abejas; yo bien me lo sé. Y sin decir más, comenzó a gatear por el árbol. Cuando iba subiendo, daba golpecitos en el tronco y decía con mucho énfasis: -Este es el asiento ... Subió otro poco más y dijo, como cantando victoria y dan– do otro golpecito: -Este es el panal ... Mas al escupir, se alborotaron las avjspas y la acribilla– ron a picotazos. La pobre vieja trataba de defenderse contra las acome– tidas de las avispas; mas, perdiendo finalmente, el equilibrio, cayó al suelo con todo sus cacharros encima, aporreándose la ca– beza contra una tableta del sangrito. Mas al caer, se le quedó arriba el guayuco, enganchado de una rama ... Lleváronla a su casa en estado casi agónico y su hija le daba yuruma y le decía: -Mamá, come yuruma y sanarás. Pero la vieja no comía. 293

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