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Lo que Cuentan Los Indios Guaraúnos -¡Que me vas a comer? ¡Ja, ja, ja! Yo nunca he tenido miedo, porque soy un ogro. Mi facha es tan horrorosa, que si me ves te mueres de susto. Aquel que venía dando golpes era un MUSIMO y le dijo al de adentro: -Oye, primo. Pues si eres tan horrendo, saca afuera el dedo meñique para que yo lo vea. ces. El gua;rao sacó un dedo por entre las ramas de la choza. -Mira mi dedo -le dijo. Al ver aquel dedo, el MUSIMO cayó al suelo cuatro ve- -Saca otro -volvió a decirle. -¡'Míralo! Al verlo el MUSIMO, se tambaleó para un lado y otro. -Saca ahora el dedo pulgar -volvló a decirle. El guarao sacó el pulgar, y el MUSIMO cayó al suelo, pe- ro se levantó enseguida. -Primo, asoma ahora la cabeza. -¡Mírala! -le gritó el guarao con acento bronco. El MUSIMO, al verla, cayó rodando por el suelo; y le– vantándose todo azogado, le dijo al otro: --Primo, me voy; eres horrible. Hay que tener en cuenta que lo que el indio mostraba al MUSIMO no eran sus dedos, ni su mano, ni sn cabezai sino los del araguato muerto que tenía consigo. Al marcharse el MUSIMO, salió el ü1dio de la choza~ de– jando dentro el araguato; se buscó la manaca más alta y se su– bió a ella, llevando consigo el cuchi11o y un arco con sus flechas. Al poco tiempo llegó una cuadrilla de MUSIMOS. muy ca– lladitos, cayendo a machetazos sobre el rancho. Pero no se en– contraron sino al araguato que había dejado el indio. 260

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