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Lo que Cuentan Los Indios Guaraú1ws Cmmdo iba el indio cautivo con el OGRO, se cruzaron con oüo indio que venía en dirección contraria. Al yerlo, el OGRO dejó al indio que llevaba y se subió a la copa de una manaca. Y desde allí obserrnba. El indio que yenía saludó al otro: --Hermano, ¿qué andas haciendo por aquí? -'--]VIe ha traido el BANARU -contestó el otro. Desde arriba el BANARU preguntó: -(~Lo mataremos? -No lo mates -suplicó el indio. -Pues llévame para tu casa -repuso el ogro. -Mi padre tiene unos perrazos bravísimos -le dijo el in- dio-; y mi madre tiene una escopeta morocha nuevecita. Tan pronto te vean te matarán. No vayas. -Pues vete tú para tu casa -le dijo el ogro-. Ya te dejo libre. Marchó el indio; mas a medio camino se le presentaron dos tigres• quienes a su misma vista se convirtieron en dos gua– raos. El indio conversó con ellos y les pid:.ó comida. Los duendes se abrieron su propio vientre, sacando de adentro un buen poco de comida y se la dieron. El indio comió y continúo su camino, llevándose las so- bras, que entregó a los indios al llegar a la ranchería. -¡. De dónde traes esa comida? ~le preguntaron. --Me la dió un BANARU. --Mañana sin falta iremos también nosotros a verlo. Fueron de mañana; y al llegar a la primera vuelta del río, divisaron al OGRO, que iba embarcado en su curiara. -¿Para dónde vas? -le preguntaron los indios. -Voy a la hoca del río a buscar cangrejos. 246

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