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Lo que Cuentan Los Indios Guaraúnos -No dejaremos con vida ni al perro de su casa -decían los indios. Apenas entrados en la montaña, se encontraron de gol– pe con el viejo que estaba con su mujer comiendo carne asada. -¡. Que carne es esa que estais comiendo, viejo? -le pre– guntaron. -Carne de araguato -contestó el viejo-. Si quereis, os daremos. --¡ No! -replicaron los indios-. Nosotros no queremos comer la carne de los niños que yosotros fnísteis a robar a nuestro rancho. Dicho esto, se abalanzaron sobre los hijos del viejo. Y después de asegm·arlos bien para que no huyesen, los fueron degollando, comenzando por los más pequeños. Pero cuando llevaban degollados más de la mitad, desa– pareció repentinamente el viejo con la mujer y los hijos res– tantes, convirtiéndose en murciélagos chupones o vampiros, de orejas descomunales; y por un agujero se metieron dentro del tronco hueco de un árhol. --Volveremos mañana -se dijeron los indios. Al amanecer llenaron varios mapires de ají y volvieron al tronco del árbol en que se hahían escondido los murciélagos orejudos. Al golpear el tronco con la cabeza del lw.cha, se uyó ruído adentro. El indio pregutó: -¿, Quién vive ahí dentro ... ? -Yo -respondió desde dentro una voz. -Y tú ¡,quién eres'? -insistió el indio-. ¿Eres un mur- ciélago? -Murciélago no. Soy ªel abuelo de los araguatos". Los indios prendieron una gran hoguera alrededor del ádwl y el tronco empezó a arder. Arrojaron en el fuego los mapires de ají; y ya ninguno de los que había dentro pudieron escaparse. De suerte que a1lí quedaron abrasados el viejo, la vieja y los hijos q1,e habfa.n podido librarse de la degollina. Así fue el cuento. lG.- GUARAO 20'.1

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