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Lo que Cuentan Los Indios Guaraúnos Al amanecer afiló hacha y machete y se volvió a mar– char al monte sin decir una sola palabra. Depués que salió Yakajatata, su pobre mujer cogió del fogón unos tizones encendidos y se fue detrás de él en otra en– riara, llevando su mapir a la espalda. Estando para llegar, oyó el ruído que hacía el golpe del hacha: "j Bao!, j bao!, j bao!"; pues el indio estaba rajando le– ña allí mismo, enfrente. -¿Para qué es esa leña, esposo? - le preguntó la in- dia --. ¿,Has encontrado cacería tan pronto? Yakajatata respondióle ceñudo y sin mirarla: -Prende ahí mismo la hoguera y cállate. La mujer reunió la leña. Mas al a·gacharsc· para las brasas, el indio le cortó la cabeza. Después picó y saló la carne y la metió en el mapir. y se fue con ella para la casa. Puso a secar la carne al sol, extendiéndola sobre el tron– co de un árbol. Pero el corazón y el hígado, una vez asados, se los mandó al padre de la muerta, diciéndole: -Toma. Ese es un buen regalo que te hago. Come de e– lla; pues la carne asada de tu hija debe ser muy sabrosa. Llamó al hermano de la muerta y le dijo también: -Si quieres ver a tu hermana, vete junto de aquel ár– bol caído, en donde está secándose al sol su carne salada. Y si quieres comer, puedes. Fue el indio y después de haber llorado a su hermana, le dió sepultura. Yakajatat-a desaparec~ó de la ranchería. Los indios cogieron sus armas y curiaras y se fueron en persecución del asesino. Después de mucho remai\ lo divisaron en la vuelta del río. Iba solo, embarcado en su curiara y "jalando" a toda pri&'l. Los perseguidores gritaron al verlo: -¡Tata ja! [Tata .iaa! "Allú va, allú ... !"

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