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Lo que Cuentan Los Indios Guaraúnos Al oir hablar así a su padre, gritaron los niños desde su escondite. -j Padre, aquí es tamos escondidos! ;. Nbs da comida? Les dieron comida. La madrastra también se compadeció de los niños y vol– vió a tratarlos con cariño como al principio. Pero se cansó pron– to y volvió a importunar a su marido para que los despachara definitivamente. Cierto día volvió a llamarlos su padre y les dij o: -Ya veis cómo os trata esa mujer; pero yo no tengo la culpa; vosotros lo habeis querido. ¿No os lo decía yo? Vá– mos al monte para cazar y distraernos. El muchacho llenó una totuma de granos de maíz y los íba regando de trecho en trecho. Pero detrás venía la niña. Después de haber caminado mucho, les dijo su padre: ---Esperadme, que voy a ver si flecho algo. Cansados de esperar, se dij eren los niños: -Nuestro padre nos ha vuelto a abandonar. Volvám.o– nos a casa. Dijo, el niño. -Yo he venido arrojando granos de maíz en las huellas de nuestro padre. A ver si guiándonos por ellos conseguimos llegar a casa. La niña comenzó a sollozar al oir a su hermano. -¡Ay, hemanito! -prorrumpió al fin-. Cuando tú arro– jabas los granos al suelo, yo me apresuraba a recogerlos. Co– mí algunos y el resto los tengo aquí. Perdidos en el monte. En vista de que no podían orientarse) construyeron un cobijo de ramas y pasaron allí la noche. 174

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