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Lo que Cuentan Los Indios Guaraúnos -j Madre, madre,! ¡ Estamos viendo ya la costa! ¡Le– vántate! La madre siguió durmiendo. Navegaron otro día y llegaron a distinguir claramente las montañas y los árboles. -¡ Madre, despierta! ¡ Ya tenemos la costa enfrente l. Se levantó la madre y era verdad que tenían la costa a la vista. Con más brío que nunca remaron las dos muchachas para recalar lo antes posible; pero cuando estaban a punto de llegar a tierra, se levantó repentinamente una t,1=:,.•r,-n·.x-~~':t·.2..... de relámpagos y truenos: rayos y chubascos, que en un momento desbarató la balsa, ahogándose la madre. Las dos hermanas, nadando, nadando, pudieron coger la costa. Al desembarcar, quedaron asombradas de la helleza y fertilidad de aquel país. Por todas partes morichales '--"''"'"'j""'-''"'• cargados de fru– tos en sazón, de fécula de yurttma, de guarapo (2J; pescados de todas clases en los cañitos y charcos; aves de mil colores que cantaban con primor. Las dos hermanas se internaron por el bosque para ver si encontraban gente. Una de ellas subió a una palma de moriche; y al con– templar el panorama tan lindo, llamó a la otra hermana que subió tambien. Y de la emoción tan grata que les produjo la vista de aquel país encantado, comenzaron ambas a palmo– tear, cantar y danzar sobre la copa de la palmera. Sin embargo, no encontraron ni barruntos de persona humana. (2) Se equivoca el narrador, pues cuando la palmera tiene fruto, carece de fécula su tronco. 120
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