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Lo que Cuentan Los Indios Guaraúnos Encendió uno de los cigarros; y llenando la boca de hu– mo lo disparó hacia el cielo, resuelto a remontarse a las nubes entre las volutas del humo ( *). Su madre gemía: --¡Hijo, depón tu enojo! ¡ffjG mío! Y lo sujetaba por la cintura, abrazándose a él. El piache tenía un niño pequeño. -Ven: hijo, le dijo su padre. Siéntate aquí a mi lado. Con mi hijo a 1a vista, dijo a su madre, me siento más tranqui– lo. Sentóse el niño al lado de su padre y volvió a levantar– se para perseguir un insecto que hacía ruído entre las hojas. La abuela se entretuvo llamando al niño; y mientras, el piache se despegó de la tierra y comenzó a elevarse por el ai– re en dirección a las nubes. -Madre, gritó desde arriba, a tí no te mandaré la muer– te; pero el resto morirá pronto. Dicho esto, siguió elevándose, remontando y aparecien– do cada vez n1.ás pequeño. Ya no se veía más que un puntito negro, como la cabecita de un alfiler... Se rasgaron entonces las nubes; y al desaparecer el pun– to negro entre la abertura, volvieron aquéllas a unirse y soldar, quedando otra vez el cielo cerrado y liso como siem– pre. A la caída de ]a tarde regres,.1ron c~el rnn'richal dos indios, hermano y mujer del desaparecido, y enterados de que éste no vivía ya sobre la tierra, se consideraron marido y mu– jer, y ya no colgaron más que un chinchorro para dormir. Mas al otro día amanecieron muertos. Dicen los indios que el giiisiratu que subió a las nubes, permanece enojado: y {fUe, de yez en cu'rnrlo. desde arriba manda enfermedades sobre las rancherías. < ,:, l La importancia :itribuícla en píachería guaraúna al tabaco fumado Ps excepcional. 90

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