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Lo que Cuentan Los Indios Guaraúnos -Hijo mío, puedes ya venir. El indio cogió el mapir con el agua y la llevó a casa. Otro día le dijo la mujer: Ahora tienes que ír al monte a labrar una cuariara. Espera, que voy a buscarte el hacha. Trajo el hacha y se la entregó, diciéndole: -Tómala. Vete por este sendero sin desviarte. Ahí cer– ca, en la misma orilla del sendero, hay un estupendo cachica– camo del que puedes sacar una hermosa curiara. Fue el indio por el sendero, mirando a uno y otro lado a ver si encontraba el árbol; pero no encontró más que dras. Por lo que se volvió a casa y dijo a la zamuro: -No he visto por ahí cachicamo ninguno; siguiendo e} sendero no hay más que piedras a un lado y otro. La mujer respondió: -Te equivocas, marido. Aquello que te ha parecido dos peñascos, no son tales peñas sjno corpulentos cachicamos. Vuel– ve y córtalos. Volvió el indio y al llegar al sitio, dijo: -Dice la Zamuro que esta piedra no es hü piedra, si– no un cachicamo. ¡Veamos qué tal lo corta el hacha!. Comenzó a darle hachazos. Pero rebotaba a cada ¡ Nuevos hachazos y nuevos rebotes! ... El indio, desesperado, arrojó el hacha y se volvía ya pa– ra casa, cuando se le presentó un hom.hrecillo, como un enano: el cual le preguntó: -Hermano, ¿, qué estás haciendo? -La hija del Rey Zamuro, contestó el indio, me ha man- dado a cortar este cachicamo; pero no es posible, pues el hacha no le entra. -Déjame el hacha. hijo, le dijo el enano; y tú rctír~üe un poco y ponte de espaldas mirando para otra parte. Se puso de espaldas el indio y el enano derribó el árbol. 86

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