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376 ALEJANDRO DE VILLALMONTE sonas. Explicando las procesiones divinas (producciones, las llama Escoro) es preciso llegar a un agente que despliegue su actividad en forma absolutamente perfecta; es decir, en fuerza de la plenitud misma de su ser. A este agente lo llamamos agente por liberalidad. Pues no obra porque quiera o espere perfeccionarse por su opera– ción. Sólo quiere enriquecer a otros, haciéndoles participar de la riqueza de su ser. Entre los hombres, liberal es el hombre que da de lo que tiene sin esperar recom– pensa ninguna. En Dios tenernos que el Padre liberalmente dona su ser al hijo; y el Padre y el Hijo donan liberalmente su ser al Espíritu Santo 55 • En este momento es oportuno recordar algún texto de Escoto ya citado, referente a este tema: La cari– dad con que Dios se ama a sí mismo es amor de puro y absoluto desinterés. Que no busca su propia felicidad se,. Dando un paso más dice Escoto que Dios crea al hombre movido por la máxi– ma caridad, amor puro de liberalidad. En efecto, explica, Dios se ama así mismo con perfecdsirno orden. Y así, primero ama su esencia, inmediatamente quiere al alma de Cristo. Y en otro texto: Primero Dios se ama a sí mismo. En segundo lugar se ama en otros, y este es amor rnsto (puro, liberal); luego quiere que Alguien distinto de sí lo ame con amor sumo, Cristo. Luego quiere a los hombres como condiligentes / coamadores de su esencia 57 • De aquí surge una conclusión que pudiera calificarse de sutil, pero que está cargada de consecuencias para nuestro tema. La finalidad primera de Dios al crear al hombre no es para que éste participe de su felicidad, sino para que participe de su amor: "quiere tener otros condiligentes de su esencia". Y, como antes se dijo, la felicidad resulta del amor cumplido. El amor no es medio para conseguir la felici– dad. Como dice san Bernardo, el amor no tiene más finalidad que sí mismo: se ama para amar. No puede decirse que el amor haya de ordenarse directa e inmedia- "Sobre Dios como agente liberal ver, Ord., I, d. 2, p. 2, q. 1-4, n. 234-235, (ed. Seor., II, 268-269). Un comentario en Alejandro de Villalmonte, Duns Escoto en Ratisbona. (Raciona– lidad de faje), en NyG 55 (2008) 101-107. 56 El objeto de la caridad de Dios y de la nuestra es el mismo. Lect., III, d. 27, q. un., n. 22. 27, (ed. Seor., XXI, 206. 208). 5 " Los textos de Escoto dicen: "Todo lo que Dios causa hacia afuera de sí, lo hace en per– fectísimo orden y movido por la máxima caridad". Rep. Par., II, d. 37, q. 1, (ed. Vives, XXIII, 191). Esta idea se expone más ampliamente en otros textos: Rep. Par., II, d. 7, q. 4, (ed. Vives, XXIII, 303ab); Oxon., III, d. 32, q. un., (ed. Vives, XV, 433a). Que las criaturas amen con él al mismo objeto, la esencia divina.
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