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372 ALEJANDRO DE VILLALMONTE En forma ya más próxima, se señala que, incluso en el cielo, no puede hablarse de tal pasividad de la voluntad. Porque allí el bienaventurado es más perfecta– mente libre que lo era en su estado de viador "La voluntad en la patria coopera siempre, con todo su poder, con la gracia"·•·. Por tanto, aunque el místico experi– mental diga que tiene una visión clara de la esencia divina, similar a la de un bienaventurado, no puede añadir que allí su voluntad no hace nada, que está del todo inmovilizada bajo la acción de Dios. Que Dios esté obrando en ella sin ella. 2. La caridad de los fieles no es el Espíritu Santo Otro fundamento doctrinal teológico del quietismo y corrientes similares, es la doctrina de Pedro Lombardo: la caridad que según Rm 5, 5, se difunde en el corazón de los creyentes, es la persona misma del Espíritu Santo. Expresamente lo dice el ideólogo de los Alumbrados españoles M. de Alcaraz, pero implícitamente los movimientos místicos quietistas hablan en el supuesto de que es el Espíritu Santo, la Caridad increada quien produce en ellos esas elevadas, indecibles expe– riencias de amor. Ya que sólo una fuerza divina podría producir tales efectos en el alma h umana" 8 • Escoto, con la teología católica de su tiempo y posterior, rechaza la opinión de Pedro Lombardo. E insiste en que, si el Espíritu Santo es el agente único que obra en el alma, resulta imposible hablar de mérito. Pues, donde no hay libertad, actividad interna, física de la libertad, no es posible el mérito. Los quietistas, creyendo engrandecer al alma que recibe la Caridad increada, en realidad rebajan su dignidad, convierten al hombre en un tronco movido totalmente por Dios, según el Tridentino (DS 1554). Frente a la pretensión de los quietistas de inmersión total de la voluntad del contemplativo en la voluntad de Dios, Escoto podría recordar el ejemplo de Cristo :, 7 Ord., III, d. 13, q. 4, n. 90, (ed. Seor., IX, 420). ].P. Camus, defensor del amor puro, dice expresamente que, lejos de estar inactiva en esa situación, el alma ejerce la máxima actividad. G. Joppin, Une querelle, 208,214; 200-215. ' 18 Trata la cuestión bajo el título: "Se pregunta si la caridad con la que amamos a Dios y al prójimo es el Espíritu Santo". Lect., I, d. 17, pars I, q. un., (ed. Seor., XVII, 185-219). Tiene interés la insistencia de Escoto en que, si el acto de caridad ha de ser meritorio es indispensable que proceda del hábito de caridad y de la volunca libre como concausas de cal acto: "Y así, tanto en estado de viador como en la patria, hay que poner alguna forma creada para que la voluntad pueda usarla al obrar... Pues el mérito exige que acto libre sea puesto por la libertad, de modo que el acto esté en su poder". Ord., III, d. 13, q. 4, n. 92-93, (ed. Scot., IX, 421; 420-422).

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