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AUNQUE NO HUBIERA CIELO 365 moral del héroe rojo sobre el mártir cristiano. Éste entrega su vida por Cristo, pero su entrega no es tan generosa y desinteresada como parece. Porque, al entregar su vida, está viendo los cielos abiertos para recibirle, como el protomártir Esteban (Hch 7, 54) En cambio, el héroe rojo no espera recompensa ninguna ni en esta vida ni en la otra. Se entrega con absoluto desinterés, diríamos con "amor puro" a la Causa de la Revolución 18 . Se impone aquí una reflexión de índole general. Quien niegue que sea razo– nable amar a Dios con "amor puro", desinteresado de la propia felicidad, no sé que respondería al reto que E. Bloch lanza a la moral cristiana. Moral que parece fun– dada sobre un eudemonismo trascendente, que no sabe obrar sino bajo el impulso -deseo y esperanza- de la personal beatitud eterna. Implícitamente reconocen que no es posible una moral y religiosidad del amor puro y desinteresado, dentro del Cristianismo. E. Bloch podría decirles que el "santo" cristiano, obra siempre y necesariamente bajo las coordenadas de una moral y religiosidad del interés, del deseo de felicidad, de un eudemonismo insuperable. Si bien el cristiano tal interés y deseo de felicidad personal lo sublima hasta la esfera de lo divino. Pues el objeto de interés y del deseo de felicidad se centra en Dios. Pero la dificultad subsiste. Porque, como es sabido, Marx y Freud especialmente, descubren, en el Dios así de– seado por los cristianos, una creación del deseo humano de felicidad, de vida in– mortal. Un Dios creado por el ansia humana de inmortalidad (Unamuno). Un Dios puesto al servicio del interés humano. Dios que corre peligro de ser reducido a instrumento de utilidad para el hombre. Como decía Abelardo un fruto de la auaricia espiritual. Pero hay que dejar que Dios sea Dios, como dice Escoto, y no objeto de nuestro desear humano 1 '>. 18 E. Bloch, El principio espmmz,1, III, Madrid 2007, 279-280. 19 Que Dios sea Remunerador es un motivo secundario, que dice una relación de razón al hombre. Y así como Dios, no es objeto de la teología por razón de sabiduría, o por cualquier otro atributo, sino por ser esta esencia, es decir, bajo la razón de deidad en cuanto tal (sub r,ztio– ne deitatis); paralelamente, es objeto del amor de la voluntad en cuanto es esta esencia infinita– mente buena, "bajo la razón de deidad" (mb mtione deitatis). No por el atributo de ser Remu– nerador del hombre. Ver Lea., I, Pro!., d. 1-2, n. 77, (ed. Scot., XVI, 29). También, Lect., III, d. 26, q. un., (ed. Vives, XV, 358a).

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