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AUNQUE NO HUBIERA CIELO 363 En la amistad humana tenernos el hecho de que uno puede mantener gran amor de amistad hacia su amigo, amarlo por la grandeza y riqueza de su persona– lidad y, sin embargo, no desea recibir de él ningún favor. Es un caso de amor de complacencia, ajeno a todo egoísmo o interés personal 12. Se puede amar sin desear. Esta distinción y la posibilidad de amar sin desear nada para sí, puede que no quepa en el concepto aristotélico de amistad. Pero es un hecho seguro de la expe– riencia cotidiana. Por tanto, no hay dificultad en admitir que el hombre puede amar a Dios sobre rodas las cosas, con sumo amor, sin desear de Él la felicidad. Por puro amor de complacencia". Piensa, además Escoro, que la misma razón natural favorece esta opinión. Porque, la razón natural dicta que hay que amar con sumo amor al sumo Bien. Es un principio apriori de la razón práctica, una especie de imperativo categórico que ha de regir el comportamiento moral del hombre. Ahora bien, la voluntad tiene dos formas fundamentales de desarrollar su capacidad afectiva: la afección / amor de conveniencia y la afección / amor de justicia, según terminología anselmiana y escotista. Es claro que el amor de justicia es más noble, más perfecto que el amor de conveniencia. Por ser más libre, más comunicativo de sí mismo. La caridad perfec– ciona a la voluntad en cuanto ama con "afecto de justicia". En cuanto desea con afecto conveniencia, la perfecciona la esperanza''. Fenelón y otros defensores del amor puro, hacían una distinción similar: distinguían entre beatitud objetiva y beatitud subjetiva: La beatitud objetiva, Dios mismo que, dentro de su amabilidad intrínseca, tiene la cualidad de ser Beatifi– cador. La beatitud subjetiva, la situación de felicidad que en el amante surge por el hecho da amar Dios con amor sumo. Buscar esto último es amar la beatitud con amor de conveniencia, por el bien que a mí me reporta y no por desinteresado, puro amor a Dios. Puede coincidir esta distinción con lo que dice Escoto: el acto Lect., III, d. 27, q. un., n. 31, (ed. Scoc., XXI, 209). " Sobre este amor de complacencia dice Escoto que el viador puede tener ya cierta frui– ción de Dios. "Y si dices que esto no es amor sino deseo. Eso es falso, porque aunque Dios no sea poseído por el que lo ama y por ello se desee poseerlo, pero no deseo que Dios llegue a tener un bien que no tiene. Tan sólo es que me complazco en su infinita bondad y quiero, acepto y me complazco que él posea todo el bien que posee". Oxon., IV, q. 49, d. 5, (ed. Vives, XXI, 175). Incluso aunque, por hipótesis, no me comunique sus bienes. '' Oxon., III, d. 26, q. un., n. 17-18, (ed. Vives, XV, 340-34la). Una mayor explicación so– bre la relación entre el amor de concupiscencia y el amor de amistad (afjéctio commodi ajféctio iustitiae) en Oxon., IV, d. 49, q. 5, (ed. Vives, XXI, 172-173).

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