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74 de las plantas ... Se afana también por mejorar la raza de los animales domésticos, y parece tener en sus manos la arcilla divina para crear a su antojo tipos más perfectos. Pues bien¡ ese hombre mira con indiferencia la raza que tras de él ha de venir, y le importa poco resulte raquítica, escrofulosa, tísica o epiléptica» (1). En 1902, Juan Montilla, Ministro de Gracia y Justicia, en su discurso de apertura de los Tribunales abogó por la «intervención del médico en el expediente matrimonial y que el Juez no autorice enlaces que la ciencia estime funes– ta por adelantado» (2). Varios médicos, a principios de siglo, abogaron tam– bién por el impedimento de enfermedad y el certificado mé– dico (3). El Dr. Barahona Holgado, decía: «En buena doc– trina médica, no basta que pueda verificarse el acto ge– nésico, ni que traiga éste como resultado la fecundación ' para consentir el matrimonio, en rigor debieran examinarse las condiciones físicas, psíquicas y patológicas de los con– trayentes y cuando éstos gozaran de su normalidad abso– luta, cuando no hubiera peligros para ninguno de los con– sortes ni para la probable prole, entonces, y solamente entonces, debiera consentirse su celebración... Muchas son las enfermedades que debieran ser motivo de prohibición del matrimonio, enumerar todas es punto menos que im- (1) Cf. CASTÁN, l. c., pág. 320, nota 2. (2) Cf. CASTÁN, l. c., pág. 487; y en Revista General de Legislación y furisprndencia, vol. CL (1902), pág. 224. (3) Cf. CAsTÁN, La Crisis del Matrimonio, págs. 320-21; Jll,IÉNEZ DE AsúA, J. c., pág. 50.

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