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42 P. SOBRADILLO antes de la pasada guerra europea, el Estado gastaba cada año en ayuda de los pobres, enfermos y alienados la enor– me suma de 48.000.000 de libras esterlinas. Y en 1920, el gasto de sostenimiento de niíios anormales subió en Ingla– terra a 79.000 libras esterlinas para los ciegos, 115.000 pa– ra los sordos, 390.000 para los débiles de espíritu, 217.000 para estropeados, 114.000 para los delicados y pretubercu– losos y 1 f.000 para los epilépticos (1). Ante estas enormes sumas invertidas, más o menos, en todas las naciones en el sostenimiento de tantos tarados y degenerados, decía PapíllaulbEI dinero gastado en educar los degenerados es una pérdida árida para la sociedad; afir– mamos que la higiene obra mal con el cuidado exquisito que se pone para conservar esos degenerados, algunos de los cuales son peligrosos para la sociedad; sostenemos que los elementos sanos absorvídos por estas tareas ingratas y sin ningún resultado positivo, obrarían mejor si trabaja– ran para provecho de todos... Sostenemos, finalmente, que un gran número de criminales, de prostitutas, de alcohó– licos padecen tales taras que no pueden ser reformados; que todas las tentativas de rehabilitación llevadas a cabo con el mejor cuidado han quedado sin resultado alguno y que la sociedad debe impedir por todos los medíos la mul– tiplicación de estos tarados» (2). La fuerza de este argumento económico ha hecho que (1) Cf. N sor, l. c., tom. !, pág. 45 y ss. (2) PAPILLAULT, Conséquences psycho-sociales de la derniere guerre au point de vuP rnpénique, conferencia publicada en Eugénique et Sé– Jection, págs. 147-148.
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