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36 P. SOBRADILLO mientras que el otro 25 por 100 están en estado latente y que sólo aparec~rán en generaciones sucesivas (1). Las leyes de Mendel, según el sentir de los eugenis– tas, tendrían aplicación, en mayor o menor escala, en el hombre, transmitiéndose a la descencia los caracteres, bue– nos o malos, de los progenitores. Según esto, «un individuo, dice Nonídez, afectado por un carácter mórbido que exhi– be dominancia, al casarse con otro normal transmitirá su defecto a todos sus hijos; al contraer éstos matrimonio con individuos normales, la mitad de los descendientes queda– rán libres para siempre, no transmitiendo el defecto a su progenie. Si, por el contrario, mediante matrimonio consa– guíneo se unen con individuos de su misma constitución genética, en cada cuatro individuos sólo uno escapará a los efectos del factor, y si en vez de unirse con otro híbrido semejante a ellos lo hiciesen con el dominante, ninguno de los hijos quedaría inmune» (2). Ahora bien, la Eugenesia, que no tiene otro fin que obte– neruna descendencia sana y vigorosa, por medio de la se– lección de los progenitores, trata de impedir por todos los medios que están a su alcance la transmisión de las taras a la descendencia, impidiendo la multiplicación de los seres degenerados, y es la parte negativa de la Eugenesia; por otra parte, favorece la multiplicación de los bien dotados y de suerte que se hagan en las mejores condiciones, y es su parte positiva. Y entre los medios adecuados para im- (1) Cf. APERT, 1. c., pág. 35 y SS. (2) NoNiDEZ, 1. c., pág. 319.

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