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96 P. SOBRADILLO drían atender a la educación de sus hijos si llegaran a procrear, y 2) si fuera uno solo de los cónyuges el aliena– do, el cónyu¡,:;e sano lícitmnente puede «pedir» y «pagar el débito« (1). b) Los sordomudos Por no poder los sordomudos manifestar su consenti– miento por palabras, y quizás también por ser considera– dos en Derecho Romano los sordos y los mudos como in– capaces de ciertos actos y contratos (2), se suscitó en De– recho Canónico la duda de si los sordomudos podrían contraer matrimonio. La cuestión fné resuelta en sentido afirmativo por el Papa. Inocencio III en un decreto del año 1212, dirigido al Obispo de Arks; por eso en las Decretales de Grega– rio IX se establece: «},¡fotus, et surdus et omnes, qui non prohibentur, matrimonium contrahere possunt»; y a con– tinuación se reproduce el referido decreto de Inocencia III: «Sane consuluiste nos, utrum mutus, et surdus alicui pos– sint matrimonialiter copulari. Ad quod taliter responde– mus, quod cum prohibitorium sit edictum de matrimonio contrahendo, ut quicumque non prohibetur, per consequen– tiam admittatur, et sufficiat ad matrimoníum solus con– sensus illorurn, de quorum quarumque conjunctíonibus agítur: videtur, quod, sí talis velit contrahere, sibí non pos– sit, vel debeat drnegari: cum quod verbis non potest, signis (1) SÁNCHEZ, l. c., lib. IX, disp. XXIII, n. y ss. (2) Así, por ejemplo, no podían hacer ninguno de los contratos lla– mados verbales o sea el nexum, la stipulatio y el dotis dictio (Inst., 2, 19, De inut. stíp., 21, 7), ni podían ser tutores (Codex, 1, qui morbo, V, 67).
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