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E:l>Qt:lRIDIO!\ DE DEONTOLOGÍA MÉDICA ra membra esse Corporis, his ho– norem circundamus» (101). Quam quidem gravissimam sententiam Nos in praesens, pro altissimi conscientia officii, quo obstringi– mur, iterandam reputamus, dum magno c u m maerore cernimus corpore deformes, amentes pa– triisque morbis infectos, utpote molestum societatis onus, vita in– terdum privari; idque a quibus– dam efferri quasi novum huma– nae progressiíonis i n ve n tu m, communique utilitati m ax i ro e consentaneum. At quisnam cor– datus non videat hoc non tantum naturali divinaeque legi (102), in omnium animis inscriptae, sed al– tioris etiam humanitatis sensibus acerrime adversari? Horum igi– tur sanguis, qui sunt Redempto– ri nostro idcirco cariores, quod majore sunt miseratione digni, «clamat ad Deum de terra,> (lm). (lOll I Cor., XII, 22-23. 95 miembros más viles del cuerpo, a estos ceñimos de mayor ador– no.» Expresión gravísima que, por razón de nuestro altísimo oficio, juzgamos deber repetir ahora, cuando con íntima aflic– ción vemos que a veces se priva de la vida a los contrahechos, a los dementes, a los afectos de enfermedades hereditarias, p o r considerarlos como carga moles– ta de la sociedad, y que algunos alaban esta manera de proceder como una nueva invención del progreso humano, sumamente provechoso a la utilidad común. Pero, ¿qué hombre sensato no ve que esto se opone gravísima– mente no sólo a la ley natural y divina, grabada en la conciencia de todos, sino también a los más íntimos sentimientos humanos? La sangre de estos hombres, tan– to más a m ad os del Redentor cuanto más dignos de compa– sión, «clama a Dios desde la tie– rra». (102) Véase más arriba, págs. 93-94, el decreto de la Congregación del Santo Oficio, del 2 de diciembre de 1940. 003) Acta Apostolicae Sedis, X.XXV, (a. 1943), pág. 239.

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