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84 rumve manibus occidendos, me– minerint Deum judicem esse et vindicem sanguinis innocentis, qui de terra clamat ad caelum {Cfr. Gen., IV. 10) (83l. AGAPIT0 DE SOBRADILLO que gobiernan los pueblos y pro– mulgan las leyes echen en olvi– do que es obligación de la auto– ridad pública defender la vida de los inocentes con leyes y pe– nas adecuadas, y esto tanto más cuanto menos pueden defender– se aquellos cuya vida se ve ata– cada y está en peligro, entre los cuales, sin duda alguna, tienen c,l primer lugar los niños toda– vía encerrados en el seno mater– no. Y si los gobernantes no sólo no defienden a esos niños, sino que con sus leyes y ordenanzas dejan obrar y, por lo mismo, los entregan en manos de médicos o de otras personas para q u e los maten, recuerden que Dios es juez y vengador de la san– gre inocente que clama de la tie– rra al cielo fS-1). Prohibieión del matrimonio y eugenesia 73. Reprobetur denique opor– tet perniciosus ille usus, q n t proxime quidem naturale homi– nis jus ad matrimonium ineun– dum spectat, sed ad prolis quo– que bonum vera quadam ratio– ne pertinet. Sunt enim qui, de finibus e·ugenicis nimium sollici– ti, non solum salubria quaedam dent consilia ad futurae prolis valetudinem ac robur totius pro– curandum-quod rectae rationi contrarium utique non est--secl cuilibet alii etiam altioris ordi– nis fini eugenicurn anteponant, et conjugio auctoritate publica prohiberi velint e os omnes ex qui b u s , secundum disciplinae suae n o r m a s et conjecturas, Es, pues, necesario q u e sPa reprohado este uso pernicioso que, próximamente, en verdad. se relaciona con el d~recho na– tural del hombre a contraer ma– trimonio, pero que también per– tenece, en cierto sentido verda– dero, al bien de los hijos. Hay algunos, en efecto, que, demasia– do solícitos de los fines eugéni– cos, no se contentan con dar ciertos consejos saludables para mirar con más seguridad por la salud y vi g o r de la prole-lo cual, desde luego, no es contra– rio a la recta razón-, sino que anteponen el fin eugénico a todo otro fin, aun de orden más ele– vado, y quisieran que se prohi- (83) Acta Apostolicae Sedis, XXII (a. 1930), págs. 562-5fil. (84) Colección de Encíclicas ¡¡ Cartas Pontificias, págs. 71'.l-713.

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