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122 AGAPJTO DE SOBRADILLO <lamente a la vez; como médico, del todo consagrado a procurar el alivio de la Humanidad y de cada uno de los hombres; como sa– bio, a quien los descubrimientos que se suceden los unos a los otros hacen gustar con deleite «el gozo de conocen>; como creyen– te, como cristiano, que en los resplandores que descubre en los nuevos horizontes que se alargan ante él hasta perderse ele vista sabe ver la grandeza y el poder del Creador, la bondad inextingui– ble del Padre, que después ele haber dado al organismo vivo tantos recursos para desarrollarse, para defenderse, para curarse espon– táneamente en la mayor parte de los casos, le hace encontrar ade– más en la naturaleza inerte o viva, mineral, vegetal, animal, los remedios a los males corporales. 105, ,EJ ser humano se compone de cuerpo y alma,-El mé– dico no respondería plenamente al ideal de su vocación si, ponien– do a contribución los más recientes progresos ele la ciencia y del arte médico, no hiciera entrar en juego, en su papel de práctico, sino su inteligencia y su habilidad y si no aportara también-e íba– mos a decir si no aportara sobre todo-su corazón de hombre, su caritativa delicadeza ele cristiano. El no opera «in anima vili»: trabaja, directamente, sin duda, sobre cuerpos; pero sobre cuer– pos animados de un alma inmortal, espiritual, y en virtud del lazo misterioso, pero indisoluble, entre lo físico y lo moral, no obra efi– cazmente sobre los cuerpos sino cuando obra al mismo tiempo sobre los espíritus. 106, Aplicación cristiana de la técníca,-Bien se ocupe del cuerpo humano o del compuesto humano en su unidad, el médico cristiano tendrá siempre que mantenerse en guardia contra la fas– cinación de la técnica, contra la tentación de aplicar su saber a otros fines que al cuidado de los pacientes a él confiados. Gracias a Dios, no tendrá jamás que defenderse contra otra tentación, cri– minal ésta, de hacer servir a intereses vulgares, a pasiones incon– fesables, a atentados inhumanos los beneficios ocultos por Dios en el seno de la naturaleza. No tendríamos que buscar muy lejos, por desgracia, ni remontar mucho para encontrar casos concretos de estos odiosos abusos. Una cosa es, por ejemplo, la desintegración del átomo y la producción ele la energía atómica; otra cosa es su uso destructor, que escapa a todo control. Una cosa es el magní– fir:o progreso de la técnica más moderna de la aviación, y otra cosa es el empleo en masa de escuadrillas de bombarderos, sin que sea posible limitar su acción a objetivos militares y estratégicos. Una cosa es, sobre todo, la investigación respetuosa que revela la be– lleza ele. Dios en el espejo ele sus obras, su poder en las fuerzas de

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