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ENQUIRJDION DE DEONTOLOGÍA ~¡f:DICA lHJ trabajos. Trabajos de capital importancia por su objeto y segura– mente fructuosos gracias a vuestra competencia excepcional y a los métodos de esta Academia. Este año tienen por objeto el «problema biológico del c:foeer», horrible azote cuyo solo nombre espanta, que (liezma incesantemen– te una fracción notable de la Humanidad, azote temible, cuyo trata– miento quirúrgico o radiológico no hace en muchos casos sino re– tardar la conclusión fatal. Y hasta el desenlace, qué sufrimientos físicos, qué angustias mo– rales. Misteriosamente oculto en sus formas internas, el cáncer no señala ordinariamente su presencia sino cuando sus progresos lo han hecho ya casi incurable; poco a poco roe r,ilenciosamente los órganos vitales, y haciendo en muchos casos difícil o imposible toda absorción o toda asimilación del alimento hacia el que, por otra parte y con frecuencia, causa un insuperable horror, prosigue su obra ele destrucción hasta la conclusión total. En otras formas ostensible, devora a la luz del día la carne de sus víctimas, las desfigura, las mutila ch, modo tan horrible que quienes se les aproximan movidos por la ternura ele su afecto o por el heroísmo ele su cariclacl, si llegan a triunfar ele la repugnancia natural que experimentan, no llegan siempre a disimularla lle tal modo que el enfermo no lo adivine. Por miserable que sea el es– tado de aislamiento que experimentan a veces estos infortunados, a veces lo buscan ellos mismos y se confinan voluntariamente en su pudor de dejarse ver tales como son. Privados por este aisla– miento mismo ele todo consuelo humano, su tristeza llega a veces al último extremo de la desesperación, hasta la tentadón ele poner fin a una vida qu2 sólo la firme fe en otra vida eterna feliz ayuda a tolerar con paciencia. Este mal aparece tanto m:'ís espantoso cuanto que ante él, al menos por ahora, se tiene la impresión ele ef;tar desarmado o poco menos. Cuando, de tiempo en tiempo, se anuncia imprudentemen– te la noticia de un descubrimiento sensacional que trae por fin la victoria radical y definitiva sobre el implacable destructor, no se hace, desgraciadamente, sino proporcionar a los que se dejan en– redar en ella, y que no quieren sino ilusionarse, una decPpción m:'ís cruel y más profunda que tantas otras que la habían precedido. ¡ Cuánto más modesta, y por eso mismo cuánto más alta y más segura es vuestra ambición, señores! En realidad, muchas hipóte– sis han sido barajadas, muchas teorías tímidamente concebidas y discretamente propuestas. No son ele despreciar, ciertamente, por– eme aunque no hayan tenido éxito, abren la puerta a nuevas investi– gaciones m:'ís felices; marcan, por lo tanto, algún progreso, precio– so, sin duda, pero forzosamente lento. Por vuestra parte, aplicados desde hace largos años al estudio concienzudo del cáncer, de sus ma-
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