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EKQUIRIDIOK DE DEONTOLOGÍA MÉDICA 117 muerte de un pequeño ser llamado, si no en la vida del mundo, por lo menos a la futura, a un destino alto y sublime, o bien hacer árida o esterilizar mediante una operación, no justificada por nin– gún otro motivo, las fuentes mismas de la vida. No es lícito poner en peligro la vida--suprimirla jamás-si no es para defender un bien de valor superior o para salvar o prolon– gar la vida misma. 2. Durante la intervención.-El quirófano limpio, ventilado, iluminado con luces especiales, está preparado ya. El examen pre– ventivo del paciente realizado con todo el cuidado. La esteriliza– ción de los instrumentos y de las manos de los operadores y de los ayudantes, perfecta. La anestesia o la analgesia, la preparación de la piel del paciente, todo a punto. Ya estáis inclinados sobre la mesa de operaciones, donde reposa vuestro enfermo. Estáis con– vencidos de que no sois ya, como otras veces, los anatómicos en la sala de disección, los virtuosos del escalpelo y del trocar, sino hombres frente a hombres, hermanos vuestros que se han puesto totalmente en vuestras manos. No se trata pues, ya de tener úni– camente en cuenta la hábil finura de vuestros sentidos. la destreza de vuestros dedos, la agudeza de vuestra atención, la rapidez, la genialidad, la seguridad de vuestra intuición. Ahora hay que tra– bajar con todo el corazón, pero de tal manera que el corazón real– mente os ayude, y él entonces no os ayudará si, aun siendo extre– madamente sensible, no sabe al mismo tiempo mantenerse en im– perturbable calma. Si os faltase la sensibilidad, no seríais más que personas sin una cualidad importante; si os faltase la calma, vues– tra turbación, al hacer vacilar vuestra mano, os pondría en pe– ligro de comprometer el éxito de la operación y acaso la misma vida del paciente. Este drama íntimo se renueva todos los días en el fondo de vuestras almas, acaso varias veces al día, con mayor o menor in– tensidad; pero si no experimentaseis esta conmoción, no os cree– ríais dignos de vuestro trabajo; si no lo iluminaseis, no os cree– ríais capaces de ejecutarlo; drama que a largo plazo desgasta a un hombre de conciencia y de csrazón, pero que da a vuestra pro– fesión ese carácter suyo sagrado. 3. Después de la intervención.-<¡ Qué equivocado estaría quien pensase que, acabada la operación, ya no había más que desfilar tranquilamente, como si hubiese caído el telón al final de un drama! No; en vosotros se prolonga, porque no podéis menos de sentir un afecto paternal, por decirlo así, hacia aquel enfermo cuya vida, du– rante algunos minutos, acaso durante algunas horas, ha estado en vuestras manos. Habéis llevado a cabo la parte esencial de vuestro fin; pero no ha terminado todo con esto, porque todavía quedan bas– tantes albures; quedan todos los peligros e inconvenientes, algune,s

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