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ENQUIRID!ON DE DEONTOLOGÍA :\!ÉDICA Estáis en vuestro derecho al enorgulleceros por su gratitud y la de sus familias, contentos de haber colaborado tan noblemente en la obra del Creador. No dudéis de que El os bendiga. Y Nos, humilde representante en la tierra, Padre común de los que su– fren y de los que gimen, os damos de todo corazón a vosotros, a vuestras familias, a todos los que amáis y a vuestra Asociación nuestra bendición apostólica. DISCURSO DEL 30 DE SEPTIEMBRE DE 1947 AL XXXVI CONGRESO NACIONAL DE LA SOCIEDAD OFTALMOLOCICA ITALIANA (108) 100. El pensamiento que ha inspirado vuestra petición de re– uniros aquí en torno a Nos bastaría por sí solo para aseguraros de nuestra parte la más favorable acogida; acogida que, por lo demás, os era debida ya por otro título: el de insignes bienhechores de la Humanidad. Vuestra profesión, en efecto, orienta todos vuestros afanes a dos de los más preciosos bienes del orden natural, el ojo y la vista, de la cual él es órgano, bienes tan preciosos que el lenguaje vulgar ha hecho a causa de su excelencia como el término supremo de comparación, y no sólo el lenguaje humano, sino la misma palabra divina en las Sagradas Escrituras. Si los hombres creen haber dicho todo cuando afirman de una cosa «que la quieren como a la pupila de sus ojos», no hacen con eso sino atenuar la palabra de Dios mismo, el cual, por boca del Profeta, aseguraba que «quien to– caba a su pueblo, le tocaba a El en la pupila de sus ojos» (109). Por muy apasionado que sea el lamento de Ifigenia, que en el camino hacia la muerte exclamaba: «Es tan dulce ver la luz» (110), es siempre conmovedora la respuesta del anciano Tobías al án– gel : «¿Qué alegría puede haber para mí, que estoy en tinieblas y no veo la luz del cielo?» (111); o de la plegaria del ciego a Jesús: «Rabboni, ut videam!» (¡Maestro, que yo vea!) (112); o de la exul– tante esperanza de Job en la profundidad de su angustia : «En mi carne veré a mi Dios; yo mismo le veré; le contemplarán mis ojos, y no otros» (113). Los sufrimientos de los ojos, ¿quién podrá hacerse una idea de ellos sin haberlos probado, y, de otra parte, el que no los ha pro– bado suficientemente cómo podrá adivinar el grado de su agude- (168) Ecclesia, VII (a. 1947), pág. 369. (109) Cfr. Zach., 4, 8. (110) EuRÍPEDES: Ifigenia in Aullde, V, págs, 1.218-1.219. (111) Tos., 5, 12. (112) MARC., 10, 51. (113) JOB., 19, 27.

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