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112 AGAPITO DE SOHRAD!LLO con sus semejantes. De las buenas o malas condiciones del apara– to dental y salivar dependen las buenas o malas funciones del apa– rato digestivo, y, por consiguiente, de todo el organismo; del buen o mal estado del tejido epitelial y de las diversa::; partes linguales dependen las sensaciones específicas del gusto, de las que se pue– de abusar, y en realidad se abusa muchas veces, pero que en sí mismas son tan útiles para la selección y para el uso de los ali– mentos. Un ligero dolor, una simple molestia en las encías basta muchas veces para irritar el sistema nervioso y para quitarle al hombre la serenidad de espíritu. señal humillante, pero manifiesta de la débil y enferma humana naturaleza. Pero vayamos todavía más allá. ¿Quién no sabe lo que influyen la conformación y la integri– dad del paladar, de la ll!ngua, de la dentadura, de las paredes in– ternas de las mc,jillas, del maxilar y de los labios en la voz del hombre, en su tonalidad, en su claridad, en la articulación de las palabras'? Y todo esto es de gran importancia, ya se trate de la eficacia del orador, del actor o del profesor, ya se refiera a las sim– ples relaciones de la vida cotidiana, a la gracia clel conversar o a la capacidad elemental para hacerse comprender. Todavía más mis– terioso y sorprendente es el oficio silencioso que tiene la boca en la expresión del carácter y de los sentimientos, expresión que no se produce entera y solamente por medio de la frente o de los ojos, sino también por medio de la parte inferior dl,l rostro, y a veces un contraste impercPptible de los labios puede matizarla y hacerla variar de infinitas maneras. Ya durante el primer conflicto mundial, la ciencia y el arte de la estomatología dieron pruebas luminosas de su podl,r y realiza– ron progresos gigantescos. Y bien se puede hablar ele resurrec– ción moral y social en el caso de tantas víctimas de la guerra, de accidentes o de temores, terriblemente afeadas o mutiladas, cuyo rostro, sin señales de humanidad, a no ser a veces la luz de los ojos, daba una impresión de horror que ni siquiera la más afec– tuosa ternura conseguía siempre disimular del todo. En favor de tantos infelices, los diversos especialistas de la estomatología han unido su saber y su habilidad, todos los medios facilitados por los progresos más recientes: radiografía, anestesia, cirugía, prótesis, mecánica y plástica; especialmente han contribuído a esta obra con todo su corazón de hombres, y muchos de ellos con toda su caridad de cristianos. Y aquí que ele las manos de tales admirables escultores, aquellos pobres restos humanos, aterrorizados ante la idea de una vida casi al margen de la sociedad, desanimados y acaso desesrwrados, han salido hermosos y vigorosos, dispuestos a ocupar otra vez su puesto en el mundo y a realizar allí la función que les corresponde.
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