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ENQC!RID!ON DE DEONTOLOGÍA :'\IÉDICA 111 sibiliclad extrema y, al mismo tiempo, ele una máxima complejidad, reducidos en el estrecho espacio de la cavidad bucal, sede ele fun– ciones tan diversas y tan importantes, pero también ele alteracio– nes innumerables y ele indecible sufrimiento: ciencia ele la Física y ele la Química, de la Botánica y ele la Farmacología, que permite descubrir los orígenes del mal y procurarle los oportunos reme– dios. Es necesario, además, un arte exquisito, formado por la in– tuición natural y por una experiencia larga y atentamente adqui– rida para diagnosticar las causas, a veces lejanas y muchas veces escondidas, para síntomas externos. A este arte de carácter intelectual debe unirse una hábil des– treza para preparar y realizar trabajos de tanta precisión con per– fecta exactitud y con la seguridad de vista y de pulso que se re– quiere. Es también indispensable un delicado tacto y sentido psi– cológico para poseer la fuerza persuasiva y la autoridad, que no raramente hacen falta, a fin de prevenir y vencer las repugnancias y las aprensiones instintivas, ordinariamente más penosas y más rebeldes que la misma enfermedad. Pero además de todo eso, ¡ qué constancia, qué paciencia y qué resistencia física la que necesitáis! ; qué fatiga tener que mante– ner, y muchos de vosotros durante largos días y largos años, en una continua tensión de sentidos y de nervios, y de todo vuestro cuerpo y espíritu, de vuestra voluntad y de vuestra sensibilidad, siempre en pie, en posición bastante incómoda, los ojos fijos por la atención de las dos manos ocupadas cada una por su cuenta, los dedos ágiles y sin contraPrse para poder manejar varios instru– mentos a la vez, con los movimientos estorbados muchas veces por los reflejos y las reacciones del paciente, que no siempre se pueden impedir. En toda esta intensa aplicación tenéis que conser– var inmutables la calma, la cortesía, la dulzura y el espíritu de caridad. Si se conociesen y se meditasen un poco todas estas circunstan– cias, se comprendería mejor el secreto de vuestra estima y de vues– tro amor por la profesión a que os habéis dedicado, en sí misma considerada, a causa de su belleza técnica y de su belleza moral, y de los beneficios que de ella se derivan. Y esto no es más que el aspecto--llamémosle así--,personal de tal belleza. Algunos instantes de reflexión bastarían para poder apreciar lo mismo en ella el aspecto social. Piénsese solamente en la impor– tancia que tienen en la vida privada y pública del hombre cada una de las partes de los tejidos, mucosas, músculos, nervios, glán– dulas, vasos arteriosos y venosos, cuyo complejo está encerrado en la boca. Cualquier desorden, una leve alteración de uno de estos elementos, pueden repercutir en la salud, en el bienestar, en el ca– rácter, en el rendimiento del trabajo, en las relaciones del hombre

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