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ENQUIRIDION DE DEONTOLOGÍA MÉDICA 103 88, Aplicación de los principios a la práctica y a la ense– rianza,-Pero vuestra Unión de médicos y biólogos católicos no es preciosa solamente porque las doctas discusiones que en ella se suscitan y se agitan, las relaciones científicas que promueve, la fiel ::idhesión a las enseñanzas de la Iglesia que cada uno de sus miem– bros profesan, aseguran a cada uno de ellos un más amplio cono– cimiento, una más profunda comprensión de las verdades funda– mentales que limitan y dominan el campo de sus estudios y de sus actividades. Ella ofrece también otra ventaja: la de facilitar en la práctica profesional la solución de los casos especialmente difíciles según la ley moral. Sería imposible en un simple discurso enume– rar y sopesar cada uno de estos casos; por otra parte, en nuestra 0xhortación del pasado febrero a los párrocos y predicadores de la Cuaresma de Roma tuvimos ya ocasión ele exponer una serie de consideraciones acerca del Decálogo, de las que creemos que tam– bién el médico católico podrá sacar algunas enseñanzas útiles para el ejercicio de su profesión. 89, El mandamiento del amor,-1;;1 mayor de todos los man– damientos es el amor; el amor de Dios y, como brotando de él, el amor del prójimo. El verdadero amor iluminado por la razón y por la fe no vuelve ciego, sino que hace clarividente el ojo de los hom– bres. Y jamás el médico católico podrá encontrar un consejero me– jor que este verdadero amor al dar su parecer o al tomar o llevar a término el cuidado de un enfermo. «Ama y· haz lo que quieras.» Este dicho de San Agustín, incisivo axioma muchas veces citado fuera de sitio, encuentra aquí su plena y legítima aplicación. ¿Qué recompensa recibirá el médico de conciencia al escuchar el día de la eterna retribución las gracias del señor que estaba enfermo y le visitasteis? Tal amor no es débil; no se presta a un diagnóstico complaciente, cierra los ojos a las voces de las pasiones, que que– rrían conseguir su complicidad. Está lleno de bondad, sin envidia, sin egoísmo, sin ira. No se goza con la injusticia; lo cree todo, todo lo espera, todo lo sufre. Así pinta el Apóstol de las Gentes a la caridad cristiana en su admirable himno del amor. 90, La intangibilidad de la vida humana,-El quinto man– damiento, «non homicidium facies» (no matarás), esta síntesis de los deberes que se refieren a la vida y a la integridad del cuerpo humano, es fecundo en enseñanzas, tanto para el que sube a una cátedra universitaria como para el médico que ejercita su profe– sión. Hasta que un hombre se hace culpable, su vida es intangible, y, por consiguiente, es ilícito todo acto que tiende directamente a destruirlo, ya se entienda tal destrucción como fin o solamente como medio para un fin, ya se trate de vida embrional o en su

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