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103 AGAPIT0 DE SOBRADILLO hacer aceptar la respuesta del mismo Divino Maestro: que era ne– cesario sufrir y morir para entrar aquí en la Gloria. El luchará por todos los medios y todos los recursos de su ciencia y su habilidad contra la enfermedad y la muerte, y no con la resignación de un desesperado pesimismo ni con la exagerada decisión ele una moderna filosofía, sino con la tranquila serenidad de quien ve y sabe lo que el dolor y la muerte representan en los designios salvadores del que todo lo sabe, del infinitamente bueno y misericordioso Señor. 87, La clerwia médica cristiana.-Es, pues, cosa clara que la persona del médico con toda su actividad se mueve constante– mente en el ambiente del orden moral y bajo el imperio de su huella. En ninguna declaración, en ningún concepto, en ninguna medida, en ninguna intervención, el médico se puede colocar fuera del terreno de lo moral, desligado e independiente de los principios fundamentales de la ética y de la religión. Ni puede haber allí nin– guna acción ni palabra de las que no sea responsable ante Dios y su conciencia. Es cierto que algunos rechazan como un absurdo y una quime– ra, en la teoría y en la práctica, el concepto de una ciencia cristia– na. Según ellos, no puede haber una medicina cristiana. Según ellos, no puede haber una medicina cristiana, de la manera que no hay una F'ísica o una (¿uímica cristiana, teórica o práctica. El do– minio de las ciencias exactas y experimentales-dicen ellos-va más allá del terreno religioso y ético, y por eso no conocen ni re– conocen más que sus propias leyes inmanentes. ¡ Curiosa e injus– tificada restricción del campo visual del problema! ¿No ven que los objetos de estas ciencias no están aislados en el vacío, sino que forman parte del mundo univC'rsal; tienen un determinado puesto, y grave, en el orden de los bienes y de los valores; están en con– tacto permanente con los objetos de las otras ciencias y, de manera particular, están bajo la ley de la inmanente y trascendente fina– lidad que los ata dentro de un todo ordenado? Concedamos, sin embargo, que cuando se trata de orientación cristiana de la Cien– cia se mira no solamente a la Ciencia en sí misma cuanto a sus representantes y cultivadores, en los que vive, se desarrolla y se manifiesta. También la Física y la Química, que los estudiosos y los profesionales de conciencia hacen servir para provecho y be– neficio de cacla uno de los individuos y de la sociedad, pueden re– sultar, en manos de hombres perversos, agentes e instrumentos de corrupción y de daño. Tanto más, pues, resulta claro que en la Medicina el interés supremo de la verdad y del bien se opone a una pretendida libertad objetiva y subjetiva de aquellas múltiples re– laciones y vínculos que la mantienen en el orden general.

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