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- 171 -· hargo, un ·valor absoluto. Efectivamente, no estaría <le acuerdo con t>l mismo bien común el que aquel serreto <lebiera vonerse al ser- 1icio del delito y del fraude .Jl (Del ,discurso del 12 de noviembre {le 19-1-l) (95). g) Obligación de formarse cit•ntíficame11te. c<No querríamos, finalmente, dejar <le -decir una palabra sohre la obligación que el médico tiene no solamentt~ de poseer una só– lida cultura científica, sino {l!' continuar siempre {lesarrollando y 1·ompletando sus conocimientos y sus aptitudes profesionales. Se tra– ta aquí <le un deber moral en sentido estricto, ,le un vínculo que liga la conciencia ante Dios, porque s,• refiere a una actividad que loca <le cerca a los bienes esenciales ,del individuo y de la socit'da<l. Este vínculo trae consigo : para el estudiante de Medicina, duran– te el tiempo de su formación universitaria, la obligación de dedi– •carse seriamente al estudio para adquirir los conocimientos teóri– cos requeridos a la habilidad práctica necesaria en su aplicación; para el profesor universitario, el <leber -ele enseñar y de comunicar a íos alumnos una cosa y otra del mejor modo posible y <le no con– <•e-der a nadie el certificado de capacida{l profesional sin haberse previamente asegurado <le ello con un coneienzudo y profundo examen. Obrar de otra manera sería c01neter una grave culpa mor– tal, porque expondría la salud privada y pública a peligros serios y -daños iuealculahles; para el médico que ya ejercita su profesión, la obligación <le estar al corriente del -desarrollo y de los progresos -de la ciencia médiea, mediante la lectura -ele obras y de revistas eientíficas, la participación en congresos y cursos aea,démicos, las eonversaciones con los colegas y las consultas con los profesores de la,- Facultades de Medic-ina. Este euidado constante de perfeccio– narse, obliga al médico que ejercita la profesión en cuanto que prácticamente le es posible y es solirita<lo por el bin1 -de los enfer– mos y de la comuni< lad.il (Del discurso del 12 {le rnwiemhre de 19-H) (96). (95) Ecclesia, IV, 1944, pág. 1.124-25. (96) Ecclesia, IV (1941), pág. 1.125.
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