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- lü9 - «El sabe <JUe un hombre, mientras 110 sea reo <le .algún delito <l<" lo,, que mereeen la pena <le muerte, tiene una vida <le la que pue,de dü,poner solamente Dios y no ningún po<ler terreno. Como minis– tro especial de Dios y <le ]a Naturaleza, jamás cooperará para obs– taculizar ,delibera<lamente la capacida,d preciosa de engendrar una vida.» (Del Jiseurso del 13 de fehrrro <le 1945) (92). d) Su actitud f:n los problemas de (,ugerwsia. <(No raramente él, más que el mismo teólogo, merecerá ser creí– {lo cuamfo amoneste o advierta que todo el que ofende y viola las leyes de la Naturaleza antes o después tendrá que sufrir las funes– tas eonsecuencias t·n su valor personal y en 1,u integridad física y cfrica. He ahí un joven que bajo el impulso de las nacientes pasiones recurr<'" al médico; he ahí los novios, que en vista de sus próximas nupcias, Je piden consejo, qut> no raramente, y por desgracia, es en senti<lo contrario a la Naturaleza y a la honesti<la-d; he ahí los esposos que buscan en él luz y asistencia, o mejor tooavía, com– plil'ida<l, porque ert'en que no pueden hallar otra solución u otro <'amino de salvación en los conflictos <le la vida si no es la deli– berada infracción <le los vínculos y de los debere,s inherentes al uso de las reJaciones matrimoniales. Intentarán entonce;, hacer valer Lodos los argumentos o ¡n·etex– tos posibles médicos, <·ngenésicos, sociales, morales, ,para inducir .11 mé-dico a <lar un com;rjo o a proct1rar una ayuda que permita la satisfacción del instinto natural, pero privándoles de la posibilidad de alcanzar el fin ,de las fuerzas generadoras ,de la vida. ¿Cómo po– drá él permanecer firme ante estos asaltos, si le falta a él mismo el conocimiento claro y la convicción personal <le que el Criador mis– mo, para bien <ld génern humano, ha ligado el uso voluntario de aquellas energías naturales a su finali<lad inmane11te con un víncu– lo indisoluble que no permite ninguna relajación ni rotura?>> (Del discurso del 12 de noviembre dP 1944) (93). (92) Ecclesia, V \1945), pág. 153. (93) Ecclesia, IV (19441, pág. 1.124.