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A GUISA DE PRÓLOGO Desde que conocí la prodigiosa vida del Cardenal Massaia y su rele– vado mérito por la relaciór; circunstanciada de sus obras y por noticias oídas de boca de sus compatriotas, concebí en mi mente la idea de con– tribuir con mi pequefio granito de arena a enaltecer el nombre y la me– moria de aquel grande hombre, insigne misionero y eminente príncipe de la Iglesia, vulgarizando ent re mis hermanos en religión los hermosos tra– bajos históricos que de sus misiones nos dejó escritos, mediante una ver– sión, aunque imperfecta de ellos, a nuestra armoniosa lengua castellana. Dicho y hecho: puse manos a la obra, y he aquí que hoy te la puedo presentar, querido lector, como la ves. No la juzgues cabal y perfecta, pues yo no te la ofrezco como tal, sino fijándote, más que en todo, en las ensefianzas e instrucciones que te dará su lectura; procura darte cuenta de lo mucho que hacen los misioneros católicos entre infieles, así como tambien de lo muchísimo que tienen que sufrir y padecer a fin de reducir a aquellas pobrecitas gentes a la fe del Evangelio. De ello encontrarás numerosos y admirables ejemplos en la lectura de estas Memorias, escri– tas por uno de los más distinguidos misioneros del pasado siglo, que, en el espacio de treinta y cinco afias que pasó entre pueblos infieles, here– jes y salv::J.jes, hubo de experimentar lo que cuesta y lo que vale la pre– dicación de la fe cristiana en todas, pero muy especialmente en esas o semejantes circunstancias. . Me pasó alguna vez por la imaginación editar un compendio siquiera de la vida santa y prodigiosa de 1.an benemérito misionero; pero, leyendo sus memor ias, retracté mi propósi to diciéndome: ¿Qué mejor vida, ni más bien descrita que la redactada por el mismo autor de esas Memo– rias? Y en efecto, en ellas se pinta el C ardenal Massaia a sí mismo de cuerpo entero; allí aparece retratado de mano maestra el apóstol del Evangelio, abrasado en el sagrado fuego del cele, po r la gloria de Dios y bien de sus prójimos , arrostrando cuantos peligros y dificultades le salen al paso, y deshaciendo con la ayuda de Dios, en quien ha puesto su esperanza sin límites , todas las tramas de Satanás y sus ciegos ministros del error; allí el santo, adornado de tod as las virt udes practicadas en grado he roico , singul a rmente de una fe viva e inquebrantable, de una esperanza segura en la palabra del Seiíor, que le ha de sacar ileso de todos los lazo:, que le tienden su5 adversari os; de una caridad ardiente y avasalladora , que no repara en dificultades de ningún género siempre q1te se pone ele por medio la sa lvación de sus prójimos; allí se manifiesta igualmente e l hombre de mundo en sus amistosas relaciones con los go-

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