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32 Mis treinta y cinco años de Misión en la Alta Etiopía ---~~----- que iba a caer prisionero , se suicidó. Cuando tres años después oí contar tales horrores , dí gracias a Dios por haberme separado de aquel mal consejero , que no sé a cuantos peligros y daños nos habría expuesto si le hubiéramos seguido en su viaje. No es mi intención con esto sembrar la duda sobre la probidad del Sr. Cerruti , que lo protegía; antes HI con– trario , me consta que era bueno. y porque era demasiado bueno se dejó engañar de aquel intr igante, cuya mala condición harto ta rde llegó a conocer. 13. Socorros de Lynn y cambio de moneda.-Con la llegada del último vapor francés , recibí la contestación del Consejo Central de Lyon y una letra de cambio de quince mil francos, junto con una carta del Marqués D·Iierculais. en que me aseguraba su empeño y g-=stiones ante el dicho Consejo Central en pro de nuestra misión. Dí gracias u Dios por esta singular providencia. con la que todas nuestras cosas quedaban ya aviadas para el viaje. Sólo faltaba cambiar el dinero, porque en Abi– sinia no corre otra moneda que el táler de Maria Teresa. A este fin el Superior del con vento me indicó un joven armeniu católico, llamado Fa– talla Mardnís. quien en tres días me procuró cerca de tres rnil de dichas monedas y precisamente de aquel cuño que estaba en uso en Abisi11ia (1 ). 14. El camino del desierto.-La dificultad mayor para nuestro viaje era tener que atravesar el desierto que se extiende entre el Cairo y Suez. Como se acostumbra en Egipto, teníamos que servirnos de ca– mellos o jumentos. y emplear para ello tres días por lo menos. En pre– sencia de un cónsul se hacía el contrato con el jefe de una caravana. re– conocido por el Gobierno; se determinaba el precio en proporción a las personas y al equipaje, y también según los came llos o jumentos que eran necesarios, haciéndose él responsable de todo. Nosotros, no acos– tumbrados a semejantes usos ni viajes, estábamos con algún temor, pero el Señor nos ayudó. 15. l',ntrevista con el Sr. Ennes-Por algunos de mis amigos me puse en rel ación con el Sr. Ennes, católico, empleado del Tránsito In– gles, oficio o cargo establecido poco hacía en Oriente, sólo para los in– gleses que pasaran de Europa a la India o de ésta volviese11 a aquélla. Como en Suez no podían permanecer los caballos a ca usa del excesivo calor y falta de hierba, de heno y aun de agua, el depósito de cabal los, coches y pienso se hallaba en el Cairo. Al acercarse el vapor que venía de la India con pasajeros. se expedían estos caballos a Suez y a las esta – ciones intermedi as del desierto con el fin de trnnsportar las perrnnas y los objetos. Me dijeron, pues, que consiguiendo una recomendación para la administración del Tránsito , sería fácil nos condujeran ellos a Suez y aun con menos gastos, sobre todo habiendo de ir los coches vacíos . Re- (l) Conviene tengan en cuenta los misioneros y vi ajm1tes que por triler de Maria Tere– sa no se entiende en la Abisi nia cualquier táler austriaco. aunque sea de los acuílados por dicha Emperatriz, sino solamente el de 1870 (último aiio de su reinado). cuya efigie lleva en el pecho u11a estrella rodead a de puntos, en la cabeza una corona cuyos globitos se confun– den con los puntitos de alrededor y las letras S. F. en la parte inferior. Sin estas tres seña– les bien marcadas, el táler, aun de .\\aria Teresa. correrá a lo sumo en los grandes mercados o en pagos de importancia, pero no en los de meaor trúfico. al menos sin alguna pérdida. Se han publicado varias leyes contra tales prejuicios y caprichos del uso, pero inútilmente, _purgue semejm,te género de cambi,) es el comercio ele muchos que viven con ese tr:.ifico.

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