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Trnducción del M. R. P. Marcos de Escalada 27 referido queda, seguía trabajando, al tiempo de mi estancia en Alej an– dría por conseguir otra cosa, cual era la institución de un Patriarcado latino en Jerusalén; que más tarde foé erigido por Pío IX en el año 1847, siendo nombrado primer Patriarca Mons. Valerga. 11. Razones de C!ot-Bey para la fundación del Patriarcado latino en jerusalén. -Cierto día me exponía Clot-Bey las razones que en su sentir probaban la necesidad de aquel Patriarcado: «Vea, Monse– ñor -me decía-, el Oriente está lleno de patri arcas y de obispos ; cada rito, cismático o católico, tiene el suyo. No hay ciudad de alguna impor– tancia en que no residan dos o tres patriarcas y varios obis¡:os. ¡Sólo a nosotros católicos del rito latino, no nos es dado tenerlo más que en Roma! ... Y mm es mucho que en estos últimos años nos hayan concedido algún obispo; pues an tes, aquí en Oriente, no se conocían más que frai– les. Y esta falta, Monseñor, nos perjudica grandemente, porque los pue– blos son muy materiales, y se precian mucho de esa grandeza externa y preponderante; el mismo Gobierno muestra t al respeto a los patriarcas, que no osa meterse en la admi nistrnción de las diócesis a ellos confiadas. Los cism::íticos nos dicen muchas veces: ,, Nosotros somos más que vos– otros, porque nosotros tenemos patriarcas, y vosotros, católicos latinos, no los tenéis ». Si pues la Iglesia ha dado a cada rito su patriarca con re– !:>idencia en su país, ¿por qué no dárnoslo también a nosotros, que somos hoy ya muchos en númP.ro, y en algunos lugares más que los orientales? Quisiera ver 1111 patriarcado l atino hasta en Alejandría. El Sr. Clot-Bey desconocía seguramente los motivos que la Iglesia Romana tiene para seguir esa práctica; pero yo, después de estudiar y conocer a fondo el Oriente, encuentro que el docto y eximio fran cés, aunque simple seglar, escondía en sus palabras verdades dignas de seria y profunda atención. Ahora aquellos tiempos ya pasaron y difícilmente volverán. Entonces la preponderancia europea en Oriente era grande, y la Iglesia, con la protección eficaz de las Potencias, hubiera podido ha– cer mucho; hoy, en cambio, desgraciadamente esa protección no es de ningún valor, y si algún día ll egaran aquellos pueblos a conseguir s11 au– tonomía, entonces, humanamente hablando, la Igl esia debería renunciar a toda esperanza en el Oriente. Sucedería all í lo quP. estü pasando hoy en Atenas: que nuestras misiones apenas son toleradas, y amenaza constan– temente el peligro de que los católicos latinos sean obligados a una fusión fo r zosc1 con los cismáticos, como está sucediendo en Rusia con los polacos y lituanios. Si Atenas estuviese hoy sometida a la Sublime Puer– ta, tal vez se viera allí floreciente una numerosa colonia católica, mien– tras que hoy sucede todo lo contrario . 12. Visitas de despedida.-Tres semanas me detuve en Alej:m– dría, al cabo de las cuales dispuse mi viaje con dirección al Cairo; mas antes hice mis visitas de despedida al Virrey, a Mons. Delegado, mi procurador, a quien entregué la cantidad de dinero que la Propaganda me acababa de manda r, y al Cónsul genera l Sr. Cerruti, conviniendo con éste en lo tocante a mi viaje al centro del Africa, en compañía del Sr. V nllie ·i, r eso!verl o en conformidad con las instrucciones que recibie– ra de ~ ·, d .

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