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Traducción del M. !~. P. Nlarcos de Escalada •J'J') ,;..,t_)!_) mo con que fué recibido el nuevo conquistador Kasá conocido con el nombre del emperador Teodoro·--cual acontece con todo lll:evo a\·entu– rero que viene prometiendo felicidad a lus pueblos,-los abisinios lame1- taban su grave error ansiando l,1 vuelta de Ras Aly. Porque hay que ,1d– vertir que nadie mejor que Kasá hubiera podido hacer feliz al pueblo :ibi– sinio, pues sus aptitudés no sufrÍé,n rival; pero pasi1dos los primeros años de moderado gobierno. cual si un acceéio de locura inrndieni su ánimo, cometió taiec;' y tan ,1troces ,idos de barbarismo y ferocidad que no es posible encontrar semejantes en el curso de la historia. Los pr: meros que sintieron el peso de su ferocidad fueron los pueblos c011 quie– nes hubo de sosten<::r guerra. ¡Ay de los vencidos!, poJemos aquí excl«– mar: porque no se contentaba con apropiarse sus haciendas y g(11rnd 1 .is. todo cw1nto no le servía de botín. lo arrnsab¡¡; casas, inmuebles, fincas. todo quedaba hecho pavesa b,¡jo la eéipada cte su ejército. ni mí11 J;1s per– sonas respetaba, sino que mutilaba. hería, mataba a capricho. sin ge11e– ro de piedad ni compasión. Pero no sólo era cruel con sus propios ene– migos, sino que lo era también con su pueblo. Lejos de proteger su se– guridad y de fomentar la prosperidad del país, les arretrnta lrn por la fuerza a sus legítimos dueños cuanto habían adquirido con el trabajo de sus manos, los encarcelaba injustamente, cargábales de tributos, y si dés– pués de esto exteriorizaban su enojo por la injusta viul,1ción. ¡rngaba11 con la muerte su derecho de defe11sé1. Ji,mús :-;e vió atropello semejante en la Abisinia. No hay que extrafü1r que el pueblo lo 11borrecien1 de mtwrte y ansi<lni por momentos quiüírselo de deh111te. lnglaterrn fué quien prestó apoyo y armas a los abis!nios contra este feroz tirano. pero aunque así no ftwra el mismo pueblo se habría sep,mido de él. o lo h;;– habría relegado al rrnís obscuro calabozo. Por fin, desesperado de nlln·r a entrar en el Goyam (·l mismo se quitó la vida con escündalo nuncu visto en aquelloéi países. 7. Juicio lzistórico sobrl! ambos Prir1cipes. Puedo decir que asistí a las últimas boqueadas del reinado de estus dos príncipes, y sobreviví a su muerte; y por ende ser testigo de la sentencia inexonible que el pueblo pronunció sobre uno y otro. Una cos¡¡ es evidente en este punto y es que Ras Aly fnt.; llorado crn1 ho11do sentimiento. y aiín hoy día se recuerda gratamente Sil memoria. }\1ientrns que Kasá murió t"Xe– crado de todos, y Sil memoria sení siempre de horror para el pue.blo abi– sinio. En esto paran lo,c., talentoéi y aptitudes de un hombre cuando no van dirigidos por una exquisita prudencia y suavizados con el óleo del cariño de sus semejantes. FIN

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