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Traducción del M. R. P. Marcos de Escalada 227 ------- -------~---~- ---- dueños pertenecientes a la raza árnara cristiana, El valiente conquista– dor Gudní tuvo siete hijos que fueron corno troncos de otrns tantas fa– milias, que por su nobleza y abolengo influían eficazmente en el gobierno de la región. Ahora bien, los representantes de esas farnilins reunidos constituían el Torba Gudrú: y era tal su autoridad y prestigio que no había acto alguno de resonancia pública en el país en que 110 fuera nece– sario su consentimiento. y uno solo que faltara de sus represenhrntes era suficieate para que el acto no tuviera valor. 10. Aba ~'>'a/w. Al mes poco müs o menos de mi permanencia en el Gudrú me ví sorprendido con la visita il!esperada de Aba Salia, aquel enfermo de sapos. de q11ien recordarún mis lectores la esce1rn melodra– mütica que se dt'sarrolló en su curación. Pertenecía a un;i de 12.s m{1s conspicuas fomilias del Gudní y al correr la noticia de su llt•gada conrn– rrió tal nrnclwdumbre ,1 su recibimiento. que puede decirs(~ fué todo el pueblo en masa. Entre tanta muchedumbre me echó de menos. viniendo al punto a mi propia rasa. donde se me echó al cuello, derramando lügri– mas de ternura, diciendo: Vos sois mi salvador y mi defensor; a vos, después de Dios, debo mi vida. Y dirigiéndose a los circnm,tantes pon– deraba el beneficio de la salud recibido de mi mano, y decía: Dio" nos envía desde e.l cielo al Sr. Bartorelli como precioso regalo para salud nuestra. El Gudní debe e5tar de enhorabuena por la venida del Sr. Bar– ton%. Aba Saha era hermano de Dungui, madre de Gama-l'v1orüs, y contalw a la sazón unos cuarenta aiíos, comn su sobrino Gama-Monís, al prn,u que su hermana Dungni había cumplido ya SE~senta y cinco; diferenci,1 notable que se echa de ver con relativa frecuencia en aquellas tierrns a causa de la práctica de la poligamia. A propósito de eso recuerdo un ras– go chocante que tuve ocasión de presenciar entrando cierto día en una casa galla. Me encontré con un venerable anciano de luengu y ¡,oblnda barba blanca qne tenía entre sus brazos un nifio de dos afios.--Este serú uno de vuestros nietos, le dije. --No, este nifio es tío mío. me contestó. 11. Banquete de albondiguillas. Para celebrar la vénida de su hermano preparó la reina Dungui un suntuoso banquete, invitando a lo más selecto de la población. Seria interminable si quisiera relatar por menudo la serie de agasajos que me prodigaron en aquella fic!sta. Bast(' saber que Saha y yo éramos los protagonistas de la fiesta. El represen– taba al esposo y yo a la esposa del convite, y en consc;cm·ncia las prime– ras y müs finas atenciones eran para mí: ¡y que atenciones, Dios mío! Entre otras cosas, tocübame engullir unas albondiguillas de pnn con car ne. que Saha y Dungui se entretenian en lwcer durante el lianqucte con aquellas manos sucísimas, que aun después de una buerw colada d11clo quedaran decentes. Asistían ademüs en traje de etiqueüi galla, esto es. con la cabellera suelta y abundosamente engrasada con los ungüentos que ellos acostumbran y preparan con primor, lo cual era para mí un nuevo martirio; porque si al aire esos ungüentos y engrases se mantienen densos y sólidos, dentro de las habitaciones, por razón de la mayor tem– peratura, se disuelven y van rnyendo gota a gota, resbalando por los vestidos abajo. impregnando las mesas, sillas, platos y viandas y cuanto

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