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218 satisfacción y observándol,1s de cerca, sin sombra de. rubor, p,1gó d rPs– cate de la mayor, dejando en poder de sus dueiios la 1rnís pequefia. Man– dó al punto llamar a un sacerdote. y le dijo co11 afectada devoción. Tú sabes muy bien có1110 soy y he sido siempre cristiano, y que tod,is mic:. mujeres están bautin1das. Ve y bautiza a est,1 joYen maiímrn misnw, pues he de hacerla mi espos,L --Sabes, prínci¡w, contestó el sacerdote. que siempre estoy pronto a tus órdenes. pero lw de adn·1 tirte que el lrnutizu no ;,e da si no es den– tro de la misa: y en tan hren~ espacio de tiempo no podré preparar los panes de la comunió11; pues son muchos lo,s que deben m,istir y a todos lwy que repartírsela (] ). Al oir esta excusa. no destituida d<:" bndanwnü), el príncipe m011tú ('11 cólera. y, amenazando con el bastón al sacerdote. le dice> ¿Con qm~ osais mm poner reparos a mi:,; mandatos? Hacnl pro11to lo que os indico. de lo contrario sentiréis el peso de mi indignación. El pobre sacerdote 1w tuvo otro remedio que bajar la cabeza y cum– plir el mandato del príncipe, el cual volviéndose a mí, me dice: ¿Qm~ os parece. sefior Bartorelli? - Príncipe, debo deciros que jaméis presencié esn°nas semejantes. Dejando a un lado lo que vos habéis dicho y mandado (pues 111e repugna hablar y criticar las dispooioiones de la autoridad), me admira :,;obrema– nera la excesiva facilidad con qm., se concede el bautismo a los paganos. Y en cuanto a la excusa de vuestro sacerdote, dígoos que si eso suce.de en mi país. no se habrían contentado los paisanos con menos que con apedrearle. --Sois denrnsiado severo. me contestó Vorkie. Aquí ,icostumbra– rnos a admitir rnús f{1cilme11te; porque al fin ¿qué mal puede haber en dar el bautislllo? --Ninguna, le repliqm\ al contrario, es un g-ran bien; pero lrny que hacerlo con las debidas condiciones, esto es. instruirla primero en lo que va a r•·cibir y en las verdades y obligaciones que adquiere. Entre nosotros no se requiere nada de eso. Y a mí me basta que sea bautizada y ungida. Y e11 cuanto ,, la excusa del sacerdote, he d() adYer– tiros que lo que él quería era alguna extraordinaria propina, que lo de los panes no era más que un pretexto. t\. Ceremonia del bautismo. Eranme en parte conocid;1 la serie ch~ ceremonius ridículas con que acompaiia11 la administración de.l !mu– tismo: nr' obstante. me picó la curiosidad aquella palabra nmgida> qt1l' el príncípl' desealu aplicar a su nueva prometida. A la hora st>füdada me trasladé. a la ig]e,,ia. El sacerdote revestido de los ornamentos sugrados y acompafiado de numeroso clero salió del cSancta Sanctoruw, y se t:nde– rezó a la ptwrta rle ingreso. Allí esperaba In bautízanda en compa11ía dl' -.11 guardiana y madrina. No me fm:. posible acercarme por la gnin con– currencia de gente; mas 110 me pesó, porque advertí qúe lo primero que (1) Lo~ panPcillo~ para In comuni,·m dPbrn ser sirmpre rPrirnf.Ps: dP ahí la imprP;o;Pin– díhl,• nec1•~idad dt> nmasarlos cada vez que hay (JHP dPrir misa. Por otra parle, t>I frahajo tlt' la molit'nda 1·,•qui1•rc su fiPrnpo; }HH'.S liPnPn que hacPrlo cada vr1. que JH'í'parau PI horno. } a 111a110. JllPdianl,• nn par de pií•dras q1H' di:-;porwn al pfprto.

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