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--;·raducciún del 1\l. I{, F. Ma1cos de Escalada julio :1 octubre; pero nllí nadie da un paso por \·erlas ni saben apreciar esas marnvillas naturales que Dio.-., ha puesto en la tierrn como Luell,1 de :,U mano omnipotente". A h1 caída de la tarde arribamos a 1111 puebit'cito llamado Nmira. donde nos t\speraba el Padre César con abund¡mte::, pro– visiones de que 'ientíamos verdadera necesidad, y a la mañana siguien– te entrumos en Zemit'. residencia del príncipe Vorkié-Jasú, a quien salu– damos en compafiía del Padre César. amigo del príncipe. Presentóme el Padre Ct"sar como explorador de las fuentes del Nilo, y desput'S dt~ va– riac; pregunbs insuh,1.c; dió orden de conducirnos a la casn preparad11 pura alojarniento de Jo,, forn:,teros. donde me obsequió ricamente con el ofrecimivnto dtc· 1111 be erro. varias oveja:,. manteca. lecile y ,tlgunas lt;gumbres. Aquí permanecí \·,iriDs mr,ses esperando pasase la estación de las lluvias. y cu11 d fin de no infundir sospecha acerca ele la calidad de mi persona y sobre mi verd,1dero designio. Dejt! al Padre César tor– nase a su punto dL' reside11cir1, quedando yo con mis cinco jóvenes ne(J– fitos y el catequista Ivlorlrn. el rnal me prestó valiosa ayuda en la ins,• trucción de los jóvern~s que llev11ba en mi compañía. CAPÍTULO XIV EL SEÑOR BARTORELLI, MÉDICO 1. El maslwl abisinio. A mi llegada a Zamié, celebrábase la fies– ta del maskal. o sea, la l11ve11ció11 de la Santa Cruz. Es esa una ele las principales festividades de la Abbinia y tiene müs de carácter cívi co que de religíoso, por conmemorarse el cambio de la estación de in– vierno a p1 imavera. Tiene además esta fiesta otro aspecto memorable, y es que entonces suele darse comienzo a la movilización ele soldados para las guerras que tan frecuentes son entre aquellos pueblos, haciéndose también la recaudación de los tributos. La gran fiesta se anuncia con un sinnúmero ele hogueras. durante h1s cuales se celebran bailes y danzas y se cantan himnos al son de diversos instrumentos músicos. El comien– ·10 de la fiesta es cosa muy curiosa y original. Me dirigí en compaiifo del príncipe Vurkie a presenciar la que tenía lugar en 1m;1 de !ns principa!l'.;-, plazas de la población. 110 lejos de la iglesia. Llegada la honi nos st•nta– mos en una gran alfombra tendida en el suelo. Delante de nosotrm,. y en medio de la plaza, veíase un conjunto de pértigas re111,1bndo en m1 ramo de flores cada una. Al cabo de un breve espacio de tiempo salie– ron revestidos los sacerdotes con todo si! cortejo de cfüiconos v asisten– tes precedidos de la Cruz procesional. el libro y PI inc:t·ns;irio. f>aráronse delante de aquel conjunto de pértigas y el sacerdote. abrie!ido el libro. estuvo leyendo largo rato en lengua gueez. Poco pmk entender de lo que leía, pero menos que yo entendían los sacerdotes y clérigos del país; pues no supieron darme razón del texto del libro. Por indicios supuse que lo que leü1 eran trozos de la vida de Santa Elena. de Constantino

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