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Traclucciún del l\l. R. P. 1\farcos de Escalada 209 --Ahora llego de lfagh, pero vengo también del monasterio de San /\11to11io. - - ¡Del 11101wste1 io ck San A11to11in!, replicó maravillado, ¡dl'l morn1s– t,0rio ,le 11uestrn S:rnLo P,1dre! E11üi11ces sois vos monje de aquel mo- 1 :ic,krio~ ;\o. Yo soy de mucl,o múc; ll'jos. Mi país natal estú mús ullú dl' lo;, m:irl'~•- P1°rn fui ,1 e.'i(, mo11:1sterio con el fin de bes,;r el sepulcro del Sun– to Putri,1i-, "· y d(" :dlí tomé p:1ra e"tas tierras. Y ~1H1 lwb,;i:s \·isto. pur nnturn, a cierto señor Antonio, que han· ,1110 y rnvdio vi1 1 0 pur e:-,tm, tierras ,1 lwbt1r con Ras Ah-? Aquí estu\'o dioj::dil u11 par de días con otros tre" monjes compañeros suyos, Oí d1'– ,·ir que el t:!1 ern un obispo n quiPn había llamado h'.a:-, Aly; m:is luego por ron:" y coniiemh1:i con Aba Sulm11a se tornó a :-,U pab y no lwmo-,, vue lto a su her de él. El cit:ido sefíor Antonio era yo mismo; pero corno no me conn°nía nwnif,,stanne. rnrnbié de con\'ersación contestando secmnente qm' habia oído lrnhlar dt· d; pero que no lll(~ preocupalrn su paradero: y parn dis– traerle !Jín°le v,1rias preguntas acerca de su vida mom1cd, la s:rntidad y austerid:id de sus costumbres y otras cosas semejantes. 6. Cena y retiro.--·La cena fu(• abundante. Dos phitos de carne bi('n nmdiml)ntada con una Lnwna salsa de pimentón. Jmnús pude c1cos– tumbrarnw a esa clase de condimentos, pero lo qm: me retrajo dl' tomar– lo no era tanto l'ste motini cuanto la condición dt' los phitos y el uso in– decenü, a que despu(·s solí:rn dec,tiw1rlos. Por mi parte me conknté COll un poco de leche nrnj;ida y u1w lwhida de cerveza con agum11i(:l. ,\\is crnnpaí'íuos ce1wro11 con ap(:tito, sobre todo el muchacho Tok('¡, que c1 pesar del ¡wrc111C(: sufrido c11 lc1 mufün1a del dí;1 anterior. 110 e"c;Jl'me11 taba y rnntra mi consejo en~;ulló con tal avidez y m1sinlad, qul' pronto hubo de sentir las íables con,.,erncncias. A eso de la media noche. cuan– do todo;, rt'.p,1s,1b,111 tra11quil,1me11h,. corni1.,nza a dar von'c, como dese:-,p,·· r,1do: i\le muero, nw 1m1ero. En efecto, un intenso dolor de rnb, 0 za y dr· \'ientre k tenía encogido como un ovillo. Díle una fuerte d9sis de ern¿,_ tico y ,Ji punto devolvi(i cuamo preornpaba ,1 su est<íurngo, pudiendo descansar u11 blll'n rnto. Lo que me llenabi1 de pena era ver los dos jovencitos sobrinos del venerando monje, tan licenciosos y libertinos, acostumbrados a una c;uer· te de Iengw1je tan poco honesto y en tan escasa armonía con su corta edad quL, me dolí:1 el coraz(m dejarlos en ese estado de inmoralidad. La mayor culpa de ello la tenía el viejn monje, que con toda la apariencia de santidad permitía ese desorden en las costumbres de sus sobrinos c1 sus propi<1s barbas, y aun las celebraba con estúpida hilaridad y satis– facción. --rfoblales. díjele a tvlaquonén y si ves que atienden a tus palabras. 110d eje" de darme de ello a\·iso. Hablú el joven con tan persuasiva elocuencia de la dicha que se en– cuentra en la práctirn del bien obrar' de las delicias de una conciencia pum y libn, de toda culpa. de la confianza en Dios y en su divino auxi– lio y de li1 esperanza en los premios de la otra vida, así corno de los te- 1',

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